Emanuel Cervantes, saprissista de corazón, logró lo que pocos: dejó ondeando una bandera morada en la cima del Chirripó, el punto más alto de Costa Rica. No es una broma, es una hazaña que Emanuel cumplió.
Él subió el cerro en febrero de este año, con un grupo de senderistas que se hacen llamar “Troleando con Migue”. La caminata estuvo tan ruda, que cuando llegaron a la cima, Emanuel ondeó la bandera morada con el orgullo de haber llegado al techo del país.
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“Sacar la bandera cuando llegamos fue como una señal de victoria, porque fue muy difícil, no es fácil llegarle. He estado en otros picos más altos, pero no son iguales. Lo difícil del Chirripó es el camino”, recordó. “La idea de dejarla fue espontánea, se nos ocurrió en el momento”, dijo.
Ya estando arriba, pasó algo curioso, pues la gente les pedía la bandera para sacarse una foto.
Entre los otros picos que ha subido Emanuel, está el Chimborazo en Ecuador. También han estado en otros países. Algo que une al grupo, además del amor por el senderismo, es la pasión por el Deportivo Saprissa.
Todos son morados, pero Emanuel se lleva el premio como uno de esos “empachosos”, que siempre llevan algo del club en las caminatas: una gorra, una chema, una bandera o una bufanda. La identificación como saprissista es parte de su personalidad.
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“Desde chiquillo, soy saprissista. Me gusta el equipo, esa pasión que uno tiene por el fútbol es con lo que más me identifico. He sido socio, tenía dos plateas, pero ya no. Estuve cuando Saprissa clasificó al Mundial de Clubes. Recuerdo la época desde Evaristo Coronado y cuando Rolando Fonseca era una joven figura”, contó.
Sin fronteras
Y es que ser morado no se queda solo en Costa Rica. Esa pasión no conoce fronteras, y Emanuel lo comprobó una vez, muy lejos de Costa Rica.
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“En Bélgica conocí a una colombiana porque andaba con el gorro de Saprissa, estaba haciendo un semáforo y alguien me dijo: ‘¡Saprissa, mae! ¿Cómo es posible encontrar morados acá?’ Mi esposa y yo nos sorprendimos, y vieras que de allí surgió una bonita amistad con la colombiana, por la loquera del Saprissa”, recordó entre risas.
El grupo ya está planeando el regreso al Chirripó, donde se darán cuenta si la bandera sigue ondeando y causando simpatía entre quienes suben... o la molestia de otros escaladores aficionados a otros clubes. Es parte de la mística. No obstante, la intención fue dejarla para siempre.
Pero aunque eso aún falta, Cervantes tiene fresco el recuerdo del ascenso a la cima más alta del territorio nacional, aunque el clima no fue tan benevolente.
“Desde que salimos hasta que regresamos, estuvo lloviendo, había barro, estaba nublado. La foto que tengo es con un montón de neblina”, dijo.
Además, la mente les jugaba malas pasadas. “El regreso es tan largo y, además, estaba nublado, que uno empieza a ver cosas que no son. Vi una vaca y dije que ya estábamos cerca, pero era una piedra; más adelante vi un carro, pero era otra piedra”.
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La experiencia fue muy linda. El regreso al pico más alto será un reto en el que pondrán a prueba lo que ya aprendieron y, de paso, mirarán si la morada sigue ondeando desde el cucurucho del Chirripó.