Silvia Gómez Murillo se enamoró de un Chevrolet Impala modelo 1974, a pesar de que estaba hecho leña, cuando ella apenas tenía 10 años.
Ahora, ella tiene 29 años, es arquitecta y logró formalizar aquel amor de pequeña, pues ahora luce el chuzo por las calles del país.
"Un amigo de mi papá que vive en Cartago nos lo enseñó, era una chatarra, si usted le tocaba el guardabarros se caía por la cantidad de herrumbre. Estaba tirado en un basurero.
“Yo me enamoré a primera vista. Desde el primer momento que lo vi le dije a mi papá (Óscar Gómez) que yo lo quería. A mi papá le preocupaba que el carro estaba muy mal y muchos pensaban que no era posible rescatarlo.
Silvia no había ni ingresado al colegio cuando el carro llegó a la familia.
"Digamos que se compró el Impala en calidad de chatarra. De inmediato lo metimos a un taller de enderezado y pintura. Todo el proceso lo disfruté, cada pequeño detalle lo fui viendo porque cada 15 días iba al taller.
“Además de lo que se hacía en el taller me tocó conseguir partes en Estados Unidos como el parabrisas y la capota, todo lo que tiene es original, lo único que no es de fábrica es el color, venía con otro y me decidí por el celeste que tiene porque en casa siempre pretendimos que fuera un carro diferente”, recordó Silvia, quien vive en la urbanización La Flor en El Alto de Guadalupe y quien ama tanto su Impala que hasta se lo tatuó en el brazo izquierdo.
El amor por los motores está en su sangre por culpa, precisamente, del tata, quien corrió en La Guácima, así que ese rugido de las máquinas en competencia la enamoró de los carros, tanto así que aprendió a manejar a los 12 años.
Silvia sabe que el verdadero amor tiene paciencia y ella lo demostró, ya que pasaron 13 años para lograr que la nave pasara Riteve, pero lo logró y ese fue uno de los momentos más lindos de su vida. Fue en el 2014 cuando el chuzo de su vida volvió a rugir con ese motor de 4.700 centímetros cúbicos capaz de mover un chasis de cinco metros y medio de largo por dos metros de ancho.
"Nunca le tuve miedo a manejarlo, seguro porque siempre quise hacerlo. Es automático, pero no tiene dirección hidráulica; a pesar de ser un carro tan grande, nunca me ha sido incómodo o complicado andarlo por el país.
“Este proyecto se logró, estoy segura, por el gran apoyo que hubo de toda la familia, así como de los amigos del club de autos antiguos “Indios del Este” con los cuales nos reunimos una vez a la quincena. Eso nos ha servido para recibir bastante apoyo y dárselo a quienes también inician proyectos con otros autos”.
Los Impala volvieron a ser moda en el 2017 cuando salió la película “Rápidos y Furiosos 8” porque el personaje Dom Toretto, interpretado por el actor Vin Diesel, maneja uno rojo al inicio de la película.
“A mí me gusta mucho rescatar autos antiguos, cada día sucede menos en el país, por eso disfruto tanto este Impala, porque ya estaba para la basura y ahora anda en las calles y a la gente le gusta demasiado, siempre llama la atención”, concluyó orgullosa.