“Estoy convencida que mi Camilo me escogió a mí. Él se dejó ver justo el día y la hora exactos para que yo me enamorara al instante. Fue amor a primera vista”.
Es la explicación amorosa que nos da doña Lorena Murillo Valerio, de 53 años, para hacernos ver cómo hace seis años llegó a su vida un volkswagen escarabajo modelo 1970, 1500 centímetros cúbicos.
"Dios me puso en el destino mi amado vocho porque el esposo de una amiga tiene un taller de pintura y a él también le gustan este tipo de vehículos y tenía una preciosidad en el garaje, desde que lo vi sentí algo en el pecho.
“De inmediato le pregunté ‘¿y ese vochito?’. Fue cuando mi amiga me dijo que lo estaban vendiendo. Hasta me saltó el corazón al decirme eso y me puse más nerviosa cuando me informó que lo vendía en un millón de colones. Ahí ya quedé ansiosa, sentí de inmediato que ese vocho tenía que ser mío”.
Doña Lorena tenía otro carro, pero no le importó nada, sintió el llamado y se fue para la casa con la espinita bien clavada y ya muy intranquila.
Le contó todo a su esposo, Óscar Gómez, y él le compró la idea. Por eso al otro día fueron a ver de nuevo el vochito y no fue paja, ya cuando ella se devolvió para la casa era manejando a Camilo (así le puso casi de inmediato).
Chineado
“Hace como seis meses le pegué la gran chineada y lo pinté totalmente, también le restauré pisos y otros detallitos, eso sí, todo original alemán. Camilo tiene hasta el olor original”, comenta esta amante de los motores.
Doña Lorena y su esposo viven en la urbanización La Flor, en El Alto de Guadalupe, tiene dos hijos y a Camilo, al cual chinean como si fuera el cumiche. Por eso no lo usa todos los días para ir y venir de su trabajo como profesora de Estudios Sociales en el Liceo del Sur, en barrio Cuba, San José.
“Solo lo uso los fines de semana, es que andar en un vocho es otra cosa, no es lo mismo que andar en un carro cualquiera, los vochos como que lo trasladan a uno en el tiempo", cuenta.
"Yo ando en otro carro y no pasa nada, cuando saco a Camilo todo el mundo se me queda viendo, la gente me lo piropea. Los chiquitos no pueden dejar de acercarse a un vocho y también hasta me toman fotos manejando o la gente me pide permiso para tomarse fotos… Uno no maneja un vocho, uno vive una experiencia de vida atrás del volante de un alemán de estos”, reconoce.
Incluso nos contó que cuando llega al Liceo del Sur en otro carro no pasa nada, ella se baja y se va a dar clases, listo, lo normal ni se dan cuenta de que llegó.
Ah, pero cuando llega en Camilo se le arma la pelota de estudiantes que le celebran el vochito, otros profes salen a verlo.
En abril de este año a Camilo le iban a hacer la fiesta de su vida porque cumplió 50 años, sin embargo, la pandemia obligó a suspender el evento.
La mamá de Cami iba a tirar la casa por la ventana invitando a la familia del club de vochos del país con piñata, confites, sombreritos, bombas y con el queque, claro, en forma de vocho.
“No se ha descartado la fiesta, apenas pase la pandemia la hago porque soy amante de los carros. Creo que tienen sentimientos y son agradecidos, con Camilo estoy convencida de que encontré el carro de mi vida”, confirmó.