Guadalupe Pralonc, la esposa de Mauro Quiroga, y los hijos de ambos, Santino y Julián, disfrutan al máximo la carrera del futbolista del Cartaginés, pero también saben lo que es lidiar con las incomodidades que genera este deporte.
Eso fortalece su vínculo familiar y alimenta la pasión por el fútbol, especialmente en Santino, su hijo mayor, quien sueña con seguir los pasos de su papá, sin embargo, el arraigo se diluye.
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Guadalupe le contó a La Teja que algún día terminarán esta travesía y reconoció que no cambian por nada del mundo a Concepción del Uruguay, la cual se encuentra en la provincia Entre Ríos en Argentina, para vivir. Por ahora, se deben adaptar a Cartago, una ciudad donde hacen amigos, pero que, como en otras ocasiones, también tendrán que dejar.
Mauro ya ha jugado en Argentina, Chile, Ecuador, México, España y Costa Rica; en varios de estos países, ha tenido más de una etapa.
“Los años más difíciles para Santino son desde los nueve años (tiene 13 años), en adelante porque cuando siente que ya es parte de un grupo de amigos, tiene que moverse. Él ya está acostumbrado, al igual que nosotros”, expresó.
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“Lleva viviendo toda la carrera de su papá, sabe que eso es lo que tenemos que hacer, es nuestro futuro y también se quiere dedicar al fútbol, lo tiene claro, entonces lo acepta, pero no deja de ser difícil”, dijo Guadalupe.
La tecnología ayuda
Santino no ha dejado de hablar con los amigos que dejó en Chile, en Ecuador, en España, en México y probablemente lo haga con los que deje en Cartago.
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El menor, Julián, de apenas año y medio, también sufre, en menor medida, los constantes cambios.
“Al bebé, aunque no lo crea, también le afecta, pero en otras cosas, como en la regulación del sueño, agarra fiebres con facilidad o se enferma de cualquier cosa, por causa de las mudanzas”.
Mauro reconoce las dificultades, pero a él le sienta bien estar con su familia para rendir lo mejor posible.
“La adaptación ha sido buena, el país es lindo, la gente es buena, amable”.
“Estamos tranquilos, encantados con el país, con el club, con la ciudad, eso ayuda a que nos sintamos cómodos. Era lo que buscaba, sentir el cariño de la gente, sentirme importante y aquí realmente lo he encontrado”, dijo Mauro.
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La familia de Mauro Quiroga entiende que el fútbol no solo se juega en la cancha, sino que también se vive en cada mudanza, cada adaptación y cada despedida. Mientras el sueño continúe, seguirán juntos, empacando ilusiones y aprendiendo a encontrar hogar en el lugar en el que sea que ruede el balón.