Gustavo Rodríguez es de esos dueños de vehículos que sabe muy bien lo que tiene, por eso cuida tanto el Datsun 120Y modelo 1980, ya que cada vez se ven menos por las calles.
Este administrador de empresas, de 39 años, quiere disfrutar todo lo que pueda su carrito, por eso lo utiliza todos los días para viajar de su casa, en Belén, hasta El Coyol de Alajuela, en donde trabaja en una zona franca.
Ni a palos lo vendería por gusto, el dinero y las ofertas no son suficientes según nos contó, sobre todo después de todo el trabajo, la inversión y la dedicación que le ha metido para que ande por las calles como un ajito. Es un chuzo que resucitó a puro brete y amor.
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“Yo lo compré en octubre del año anterior y el carro lo tenían prácticamente botado, estaba casi el 50% podrido. Fui a verlo con mi tío que tiene un taller de enderezado y pintura, y nos gustó porque toda mi vida quería sacar adelante un proyecto así.
“El precio del carro era un poco bajo por supuesto, entonces cubría el dinero que tenía en el presupuesto para comprarlo y el resto lo usé para restaurarlo, lo tuve seis meses más o menos en el taller, para restaurarlo por completo, el 50% de la lata estaba podrido y muchas cosas más que estaban mal”, nos contó.
Gustavo comentó que la nave le salió en ¢900 mil, pues el motor y los aros estaban bien, entonces en lo que tuvo que invertir fue en otros temas en los que soltó cerca de ¢2.5 millones.
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“Prácticamente al carro todo se le hizo completamente nuevo de las dos puertas para atrás, así que la lata es nueva, la cajuela, el piso y se pintó por completo. La tapicería es nueva. Mandé a hacer la manivela original, y el tablero. Lo que se mantiene es el motor original 1200 cc, de fábrica, caja cuarta, transmisión trasera, carburado.
“Ese carro está prácticamente nuevo, yo le conozco todos los tornillos, ese carro tiene todo pintado, si lo ven por debajo, está completamente negro de un material especial anticorrosivo para evitar que se llene de herrumbre que no tiene en ningún lado, casi todo se lo fuimos reparando”, explicó.
Rodríguez lo ve como su juguete personal, por lo que lo chinea tanto que nadie lo toca salvo él y un grupo de personas muy selectas como su esposa, su tío, quien le ayudó a chanearlo, y su mecánico de confianza.
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“Como en marzo de este año, cuando me lo dio mi tío, me iba después del trabajo de 6 p.m. a 10 p.m., a armarlo. El dash, el panel, las tapicerías de las puertas, el frente, la parrilla, poco a poco, porque no tengo mucho conocimiento, pero si muchas ganas.
“Mi tío me dijo cómo hacer las cosas y me pidió que lo más difícil se lo dejara a él. Él me complació mucho en ese aspecto, por lo que parte de esto es de mi tío Toño, quien me apoyó al cien por ciento, fue un apoyo incondicional para mí”, contó.
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Ya con el carro puras tejas, aunque aún le faltan nos detallitos, Gustavo disfruta mucho cuando se lo piropean en la calle.
“Este es el carro que ando todos los días. Es bonito porque usted pasa en las presas por el aeropuerto y la gente me dice que qué carro más lindo, te paran y te dicen cosas, esa es una de las partes más bonitas de mi proyecto.
“Yo tengo dos hijos, de doce y nueve años y el mayor, cuando el carro se moja y llego a la casa a secarlo completamente, él llega y me ayuda. Lo seca conmigo, lo dejamos bien seco y al otro día lo traigo y si vuelve a llover, hacemos lo mismo”.
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