Randall Vásquez Campos es de esos fiebres quien desde que era un niño es fanático y siente gran pasión por las motos, carros y todo lo que lo rodea. Su sueño siempre fue tener la joyita que hoy disfruta.
De adolescente hasta andaba en motos de amigos con la que sintió la libertad y sensación que solo dan estos vehículos, por lo que supo que quería una, pero lo que consiguió hasta que se casó.
Desde hace muchos años este publicista de 46 años tiene una versión miniatura de una Harley Davidson Custom Sportster XL, que lo acompaña siempre en el escritorio de diversas empresas por las que ha pasado y que representaba la ilusión de tener una de esas algún día.
Hace cuatro meses la oportunidad finalmente llegó; una afortunada serie de circunstancias, le permitieron dar con la moto que siempre soñó, y ahora anda feliz de la vida, pues La Negra, como bautizó a esta bichota, representa mucho más que un vehículo.
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Un amigo de un grupo compas de motos que se hacen llamar “Los Malotes”, le dio el gran chance de cambiar la que tenía, la cual andaba vestida de Harley aunque no fuera de esa marca, para ahora sí tener la versión que tanto desaba.
“Me dijo uno de los compas que iba a vender la moto y era justo esta. Yo le pregunté que cómo la iba a vender y me dijo que por su trabajo, como es abogado, necesitaba algo más funcional para poder desplazarse en su oficio, porque no es una moto para andar de aquí para allá todos los días, necesitaba una que tuviera maletas para guardar la compu y papeles y todo eso.
“Me gustaría dejársela a alguien que la valore y se alinearon los astros. En ese momento cambié de trabajo, me cayó la liquidación, y él mae me la guardó. Hubo gente que le ofreció más plata y aún así me dijo que prefería dármela a mí ‘porque sé que es alguien que la va a chinear y la quiere, y no dársela a alguien solo por plata’. Me la guardó como por un mes y como conseguí brete rápido la pude comprar”, contó emocionado.
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Cuando llevó la moto a la casa, a todos los conquistó, a su esposa y, especialmente, a su hijo Ignacio, quien con diez años muestra la misma pasión que el tata. Precisamente, fue el pequeño quien la bautizó como La negra. por su apariencia, pues ese es del modo que la llama.
Vásquez contó que en su trabajo además de mantener una foto de su familia, tiene la figura de la moto como una especie de motivación para saber por quiénes tiene que esforzarse por salir adelante.
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“Me tomó 46 años para hacer mi sueño realidad, pero pude comprar la moto que quería, el modelo que quería y cumplir este anhelo. La moto es un chuzo, el poder de esta moto, la sensación, es increíble. Las Harley no son para andar corriendo ni haciendo loco.
“Tiene unas muflas especiales que hacen que la moto literalmente ruja. Mis amigos me dicen que cuando vengo atrás y acelero para alcanzar a uno se siente como ruge. Es diferente a que andés con escape libre o haciendo escándalo. Una cosa es el escándalo y otra es el sonido del poder de esta moto. Desde el sonido te conquista y eriza la piel”, dijo.
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Randall aprovecha cualquier oportunidad que tiene para andar en la moto, un mandado a la pulpería o la vuelta de la esquina son excusas suficientes para agarrar la bicha y salir en ella, al punto que sus compañeros de trabajo se dan cuenta cuando fue en La Negra porque la sonrisa de oreja a oreja lo delata.
“El otro día salí del trabajo y ya están empezando a hacer tardes navideñas, salí con ese sol anaranjado y ese viento frío como navideño y me sentía increíble. Se van a morir de risa, pero hasta le di dos vueltas más a la manzana solo porque sí; es rico, al que le gusta esta vara sabe, es muy chiva”.
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