El descenso del equipo de Limón es un ácido golpe, no solo para la provincia en la parte económica, sino para toda Tiquicia en cuanto al aporte de talentos.
Lo más lamentable del descalabro de la Tromba es que, por más vueltas que le dé uno al asunto, la conclusión siempre sea Celso Gamboa.
El polémico personaje, siendo presidente del club, hizo todo lo que haría un aficionado. Prometió a la afición el título sin haber empezado el torneo y... a cambio le dio el descenso. Y como aficionado hasta festejó con algunos jugadores antes de tiempo.
Quitó a Luis Fernando Fallas como técnico, apenas en la fecha dos, al negarse a alinear a Esteban Alvarado porque, supuestamente, el portero fue uno de los que estuvo compartiendo en la amena noche de compas con Gamboa, según el mismo Fallas.
Luis Fernando armó su alineación cuidando los intereses del equipo y dando un importante mensaje de disciplina, pero a cambio recibió la carta de despido faltando una hora para que iniciara un partido contra la Liga.
Lo que son las vueltas del fútbol, Celso cortó una cabeza con tal de defender a un fichaje bomba que, por cierto, ¿se quedará para ayudar al equipo a ascender?
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Para terminarla de hacer, faltando una fecha para concluir la fase regular, también dejó sin brete al segundo estratega que contrató, como si los problemas del equipo se resolvieran así, poniendo y quitando técnicos.
Al final metió al equipo en la bronca por el no descenso y mandó a la guerra a un técnico al que nunca le han dado la oportunidad como se merece y que si asumió ese chicharrón es por el amor que le tiene al club.
¿Seguirá Celso al frente ahora que se hundió el barco, o arrugará la cara como cuando uno se chupa un limón ácido?