Ver a Andrés Chavarría zambullirse en el océano y alistando los 1,9 kilómetros de natación del próximo Ironman 70.3 Costa Rica puede ser increíble para los que conocen de su temor al mar.
Este vecino de Moravia es todo un ejemplo para muchos porque superó un miedo fuertísimo, que antes lo paralizaba, pero que pudo vencer para continuar con sus sueños.
Gran evento en Tiquicia |
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El Ironman 70.3 es uno de los más de 300 eventos, a nivel mundial, de la marca IRONMAN. En esta competencia más de dos mil deportistas de muchos lugares del mundo estarán compitiendo en Playas del Coco, en Guanacaste, tendrán que superar 1,9 km de natación, 90 km de ciclismo y 21 km de atletismo. |
Todo empezó con el matrimonio. Se casó con Jennifer Gamez hace 10 años, ella es educadora física y toda su vida ha hecho ejercicio, ya juntos él también le puso bonito para no quedarse botado.
“A ella le diagnosticaron una hernia lumbar y la mandaron a nadar, y como uno va donde va ella ahí fui también. Yo era cero natación, entonces a a brincos y saltos aprendí a nadar.
"No sabía que me daba miedo el mar, pero ella aprendió a nadar, vio un triatlón y va uno atrás, pero traté de nadar y ahí me di cuenta del temor”, recordó Andrés.
Recuerda que en la piscina aguantaba, salía con la tarea porque sabía que no era hondo y además cualquier cosilla se acercaba a la orilla, pensó que estaba listo para el mar porque no tenía la más mínima idea de que se iba a paralizar.
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“Traté de entrar y no pude, la primera vez me agarré de una kayak y me dijeron suéltese y yo: ‘¿cuál suéltese? Sáqueme de aquí’”, contó. Esa ocasión fue en playa Herradura.
“Ella empezó en el 2010 y hasta el 2012 o 2013 pude hacer algo, porque se me subían las pulsaciones, vomitaba, la gente me decía: ¿‘por qué no deja eso botado si sufre’? Pero ahora cuando salgo del agua lo disfruto tanto, después la bici y la corrida, precisamente, las disfruto porque pude salir del agua”.
Dice Andrés que antes de eso él iba a la playa, pero se sentaba en la orilla, se tomaba una birrita y lo más que se metía era con el agua hasta las rodillas, por eso nunca hubo susto.
“Hoy todavía cuando todo mundo está calentando yo estoy en una esquina haciendo burbujas y me pongo de espalda al mar, y eso que ahora hasta lo disfruto, han pasado 10 años y ya no vomito, antes me sudaban las manos” , señaló.
Nada jamón
Poder dejar el miedo no fue nada fácil, pasó casi dos años luchando contra él mismo.
“El problema es que cuando empecé a tratar de meterme me fui a la brava, cuando me di cuenta decía: ‘quiero llegar a esa bolla’, porque uno lo hace a la brava, entonces las amistades y gente del equipo me dijeron que tenía que enfocarlo diferente, no presionarme”, explicó.
Andrés asegura que fue un tiempo muy frustrante porque se estaba obligando a no sentir miedo, entonces hizo una pausa y se reeplanteó.
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Iba al mar y entraba un poquito, además, le enseñaron a respirar para bajar las pulsaciones, iba a hacer burbujas mientras otros entrenaban nadando un montón, porque el no necesitaba más aire, necesitaba sacudirse el miedo.
“Después de la ayuda de muchos compañeros de equipo, mi esposa y el entrenador, no me rendí, seguí de terco, ahora no es que llego de primero, pero tampoco de último y lo disfruto”, repitió.
Este tipo de competencias no son jugando, junto a Jennifer se levantan entre 3:30 y 4 de la mañana para nadar, correr, o cletear. Su esposa tiene que estar a las 7 en la escuela donde trabaja, por eso ya a las 8:30 p.m. se cierra el chinamo para irse a dormir temprano.
Andrés tiene una anécdota muy especial que pasó justo antes de hacer su primer triatlón en Puerto Viejo, Limón.
Días antes de competir andaba por Cahuita, estaba la banda del colegio tocando y vio a un muchachito ciego y eso lo inspiró, se quedó viendo como hacía para los cambios de canción y lo hizo tomar mucho valor.
“Yo dije: ‘Si ese guevón hace lo que él quiere, yo también puedo’”.