Richard Soto, un ingeniero industrial, está feliz de la vida porque encontró a su “Príncipe Azul”, pero aunque eso suene a cuento, en este caso se trata de un Datsun 120 Y de 1980, al que bautizaron de esa manera ya que es una joyita que tiene como loco a su dueño.
Este vecino de la Florida de Tibás, de 39 años, está acostumbrado a bautizar los carros por herencia de su papá, Gilberth Soto, quien es un chofer de bus apodado “Castigo”. Por eso le preguntó al tata cómo podría ponerle y fue él a quien se le ocurrió el nombre. Al hijo le encantó y así lo dejaron.
La historia de este fiebre de los carros antiguos es muy curiosa, incluso hace tres años ya salió en esta sección de “El Chuzo de la semana” de La Teja. Esa vez lo hizo con un Volkswagen 1966, pero al tiempito le llegó una oferta por la nave y la vendió. Gracias a ese negocio es que conoció a su “Príncipe Azul” de cuatro ruedas.
LEA MÁS: Este fiebre puso a rodar a su Caprichoso
“Yo era miembro del club de vochos, lo llevaba a exhibiciones y todo. Un día que llegué del trabajo, luego de como una semana de pensar si lo vendía, lo publiqué en la página del Vochoclub y a las horas ya tenía personas interesadas y al siguiente ya tenía un enganche para la venta.
“Fui a Barrio México con el abogado para hacer el traspaso y le conté que me gustaban los carritos viejos y que una línea que me gustaba mucho era la de los Datsun, porque en mi familia varios miembros tenían uno, entonces me dijo que tenía un contacto de uno que estaba en venta y así le llegué”, recordó.
Richard se fue a ver la nave y desde que la conoció fue amor a primera vista, más que el diseño que tiene ya no es muy común verlo. Negociaron el precio, le pegaron una revisadita en el mecánico y todo andaba puras tejas, solo había que bretearle la carrocería que si estaba muy maltratada, pero solo eso.
En un taller de enderezado y pintura de un amigo le chanearon el chuzo, lo pintaron de un azul perlado y le dieron la forma del 120 Y clásico. Buscó las partes originales en Internet y las postales originales, entonces quedó listo para el ruedo, para salir a ganarse piropos y la admiración de muchos.
“Después de toda la restauración, se le hizo una línea para que tuviera una apariencia más deportiva y ajustada a la época suya, que son los 80. Lo mecánico se trabajó más que nada de manera preventiva, pero es un carro que no me genera mucho costo, es muy económico.
“Cuando lo saco los fines de semana, bien lavadito y encerado, mucha gente se me acerca a preguntarme si lo vendo, pero el lema mío es que si no hay rótulo, no hay venta. Llama bastante la atención”, nos explicó entre risas.
Soto trabaja como gerente de ventas en una agencia de logística y algunas veces que le toca ir a visitar clientes lo hace con este chuzo, principalmente cuando el otro que tiene está con restricción de placa. Siempre llama la atención.
“Gente de experiencia o que tuvo un Datsun en aquella época me dice que es carro que puedo andar con mucha tranquilidad y tienen razón, han sido cosas mínimas, no sé lo que es que me deje varado o tenga que pagarle grúa”, contó con orgullo.
Otro motivo por el que se encariñó mucho con el carro es que a sus hijas, de siete y tres años, les encanta que las saquen a pasear en él, o por lo menos a dar una vueltita a la cuadra cuando el tata llega de trabajar, pero el punto es que les fascina andar trepadas. Al igual que el papá, para ellas también es su Príncipe Azul.