Don Óscar Miranda Bogarín no puede asegurar si él escogió a su amada “Gajito” o ella lo escogió a él. Lo que sí puede asegurar es que apenas la vio le juró amor eterno.
Este “matrimonio” nació hace seis años. Ni la moto lo buscó ni él sabía que existía, pero como sucede en mucha relaciones, aparece alguien y hace de cupido. Un amigo de Óscar le enseñó la foto de una moto bien hecha leña que estaban vendiendo en 250 mil colones para repuestos.
“Inmediatamente la vi en esa foto y supe que era una oportunidad de oro. Hay que ser un amante de las Vespas de sangre pura como yo para identificar semejante rareza, una Vespa Rally 200 centímetros de 1978″, aseguró este vecino de Tibás.
Esta moto es una versión exclusiva para correr que sacó la fábrica italiana Piaggio.
“No podía creer que la vendieran tan barata, por eso de inmediato le di la plata a mi amigo para que me la comprara.
“Claro, estaba fatal, yo sí sabía que era un proyecto en mi vida. Recuerdo que cuando me la fueron a dejar a mi casa yo no estaba, entonces mis hijos (Óscar y Ricardo) así como mi esposa (Blanca Picado), para hacerme una broma me la pusieron en el centro de la sala y cuando llegué se burlaron de mí: ‘aquí le dejaron este gajo’, fue lo que me dijeron los tres, por eso, en honor a aquella burla, le puse Gajito”, cuenta este amante de la Vespas de 69 años.
-¿Cuántos años tiene de andar en Vespa?
Tengo 42 años de montarme en estas cachetonas que tanto amo, no las cambio por nada y hablo en plural porque tengo otras dos. Son mi pasión, mi vida, yo tengo cinco hijos, dos humanos y tres motos, además, un nieto, Felipe, que amo con todo mi corazón.
-¿Estaba muy gajeada?
Horrible, irreconocible, en verdad cualquiera la hubiese tirado a la basura en el 2014, cuando la compré. Cuando me dijeron la historia de ella, más me enamoré porque nunca fue usada por mensajeros o cobradores, eso significa que no la habían desgastado mucho.
Esta moto la vendió nueva de paquete Feoli (empresa que vendía Vespas en el país) en 1978 a una compañía de electricidad en Turrialba, después pasó a una lechería de la misma zona y ahí la usaba para impulsar una polea que movía un motor que molía zacate para el ganado.
-¿Cuánto duró restaurándola?
Amar las vespas no es lo mismo que amar las motos, los vesperos vamos más allá en el amor, por eso, el proyecto me lo tomé con calma porque quería todo original, todo italiano y al ser un modelo tan particular, tuve que buscar mucho cada pieza, pero ¡lo logré! Un año después, en el 2015, la puse a rodar con todo original, hasta la pintura.
-¿Cuál repuesto le costó más?
Como sólo busqué originales, me costó un mundo encontrar la tapa de la llanta de repuesto, no había porque el modelo es muy exclusivo, hasta que lo conseguí en California, Estados Unidos.
¿Cuánto le costó la restauración?
Eso no importa para un vespero. Invertí casi dos millones de colones, pero como es una pasión, para uno vale cada colón, por eso, ni aunque me ofrezcan cinco millones de colones la vendo. Con este gajito el asunto es hasta que la muerte nos separe.