El Novelón

Mamá escuchó asesinato de su hijo por teléfono

Pulpero fue víctima de intento de asalto en Belén de Heredia en el 2001.

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Este abastecedor se llenó de dolor el 30 de octubre del 2001. Foto: La Nación, archivo (cortesía)

Doña Irma Ballestero Blanco escuchó lo peor que puede oír una madre. Ella oyó, por teléfono, cuando a balazos le mataron a uno de sus ocho hijos. Y si esta terrible experiencia le destrozó el alma, el dolor se agravó más porque doña Irma murió sin que su hijo y la unida familia tuvieran justicia porque los asesinos nunca fueron condenados.

Don Jesús Monge Ballestero, de 42 años, era un hombre muy trabajador, pero su vida fue apagada a balazos durante un intento de asalto mientras conversaba por teléfono con su mamá. Este dramático momento fue el 30 de octubre del 2001, en el abastecedor La Sucursal La Asunción en la Asunción de Belén, en Heredia.

Don Álvaro Monge Ballestero, hermano de Jesús, nos contó que aún cargan con el dolor, pero además la justicia les quedó debiendo, pues nunca se condenó a los asesinos y el caso se archivó.

Álvaro aseguró que fue otro hermano, Juan Monge, quien puso la pulpería y Jesús y otros hermanos le ayudaban en el negocio.

En la reconocida esquina ahora hay varios negocitos. Fotografía: John Durán (JOHN DURAN)

Jesús estaba casado y tenía tres hijos, durante el día trabajaba en la empresa Belca (compañía dedicada a la distribución de comida para hoteles), cuando salía de bretear se iba para la pulpería en las noches.

Aquel 30 de octubre no fue diferente, llegó y su hermano se fue para una soda que quedaba a la par a pedirles que le calentaran la comida en el microondas y en pocos minutos regresaría.

Jesús se quedó atendiendo el negocio, había escuchado el sorteo de los chances y uno de los números que siempre jugaba lo había pateado porque salió el día que no lo compró.

Su hermano no recuerda si era el 38 o el 85 que salió esa noche, esos son los números que le gustaban.

“Mi hermano llamó a mi mamá (Irma Ballestero, quien tenía 74 años) para contarle lo que le había pasado con la lotería, en el negocio había un teléfono de esos viejos de disco con cable, ellos tenían varios minutos de estar hablando cuando mi mamá escuchó varios disparos, el teléfono quedó descolgado”, recordó con mucho dolor don Álvaro, quien se gana la vida como agente vendedor.

Doña Irma alcanzó a escuchar los gritos de una mujer que suplicaba que llamaran a una ambulancia, la desesperada mamá a como pudo reaccionó, colgó y llamó a Álvaro, quien vivía en Belén.

“Mi mamá me llamó, lo recuerdo cómo si fuera ayer, me dijo ‘me acaban de matar un hijo’, vaya al abastecedor. Yo me fui muy rápido, por lo cerca que estaba, y fue cuando me di cuenta de lo que había pasado”, relató Álvaro.

Cuando don Jesús estaba conversando por teléfono, un carro rojo llegó y se estacionó afuera del negocio, que estaba ubicado 100 metros al este de Pedregal. Dos hombres se bajaron y otro esperó en el vehículo, su intención era asaltar el local.

Juan Monge Ballestero sobrevivió al asalto porque estaba en el negocio de la par, él falleció cuatro años después ahogado. Foto: Archivo de LN (cortesía)

“Cuando ellos van a entrar hay un colombiano hablando en un teléfono público, que estaba afuera, y ellos lo meten a la fuerza a la pulpería, mi hermano está hablando con mamá y aún así logra enfrentar a los dos hombres y los acuesta en el piso, él piensa que como mi otro hermano ya iba a llegar podría detener a los maleantes mientras él llegaba”, recordó Alvaro, quien tenía 7 hermanos.

“En el carro quedaba uno de los maleantes, quien al ver que los demás no salían se bajó con un arma y le disparó por la espalda a mi hermano, Jesús trató de salir, pero quedó con el teléfono en la mano”.

Según la edición del periódico La Nación del 1 noviembre del 2001, cuando don Juan escuchó los balazos y corrió al abastecedor temiendo por la vida de su hermano, uno de los sospechosos salió disparando para que nadie se acercara y así emprender la huida, don Juan tuvo que refugiarse de esos balazos detrás de un árbol, nada cubría los rostros de los delincuentes, quienes agarraron hacía la autopista General Cañas.

Así informaron los medios el crimen. Al Día 2001 (cortesía)

A Jesús lo trasladaron al Hospital México, donde ese mismo día murió. El colombiano, quien fue identificado por las autoridades como Edwin Romero, resultó ileso.

Los sospechosos no se llevaron nada, en la caja estaba el dinero de las ventas del día.

Lo ocurrido devastó a toda la familia, sobre todo a doña Irma. Tempo después don Juan cerró el negocio, pues ya no quería estar en ese sitio por los recuerdos de dolor que tenía y también por la tristeza del resto de sus allegados.

Don Álvaro nos contó que a los sospechosos sí los detuvieron, pero estuvieron muy poco tiempo presos.

“En aquél momento, aunque hubo testigos, el fiscal dijo que las pruebas no eran contundentes y ante eso los dejaron libres como si lo que le hicieron a mi hermano no fuera nada, la gran preocupación para nosotros era saber que esas personas iban a seguir haciendo daño”, dijo Monge, quien asegura que ya él no se siente extrañado cuando escucha sobre la inseguridad que se vive en el país porque hace 19 años ellos la experimentaron.

Lo que más le dolía a don Álvaro no era solo ver cómo sus sobrinos y cuñada perdieron a Jesús sino como su mamá iba a la Corte para insistir por una respuesta en el caso de su hijo. Doña Irma falleció con la tristeza de que la justicia no le cumplió.

“Mi mamá se preguntaba que cómo era posible que no hicieran nada, ella luchó porque tenía esa necesidad de justicia. Le digo con toda la sinceridad, cuando yo escucho que una persona se defendió de un asaltante hasta que siento una paz porque en la mayoría de los casos el que muere es el inocente”, dijo.

Don Jesús era un hombre muy alegre, estaba casado, y tenía 3 hijos. Foto: Cortesía Álvaro Monge (cortesía)

Una de las cosas que más tristeza le causa a don Álvaro es que a un cliente de él lo trataron de asaltar unos días antes y se logró defender, pero él había pasado por el negocio de su hermano y lo vio muy oscuro y se quedó con la intención de decirle que había que iluminar un poco porque la situación estaba muy peligrosa, pero el hampa se lo arrebató antes.

Un tesoro

Don Álvaro nos contó que él guarda como un tesoro la billetera de su hermano, en la cual tenía un crucifijo, la cédula, dos pedacitos de lotería navideña del 38 y 85, además billetes de 5 colones, de 20 y de 10 que coleccionaba.

“Mi hermano y yo éramos muy cercanos, unidos, yo pasé cómo dos años que todos los 30 iba al cementerio, hasta me compre una tijera para estarle arreglando la tumba, era un hombre que puedo decir con mucho orgullo vivía lleno de Dios, era muy querido, nunca se le oía decir malas palabras, era respetuoso, carismático y agradable”, dijo.

Además, recordó que en algún momento su hermano lo acompañó a trabajar y en esa oportunidad viajaron a Nicoya y después a la frontera con Nicaragua, fue una manejada durísima, al regreso pasaron a comer y don Álvaro se pidió una sopa negra y un vaso de leche y se quedó dormido en la mesa.

La pulpería siguió abierta un tiempito después del crimen. Foto: LN 2001 (cortesía)

“Mi hermano estaba impresionado de cómo yo trabajaba, él se sintió orgulloso, compartimos mucho juntos”, recordó.

Monge nos contó que cuando el tiene que pasar por dónde está el negocio mejor vuelve a ver para otro lado y lo evita lo más que puede.

El fin de semana pasado compartió con algunos familiares y nos contó que estuvo con sus sobrinos, quienes debido a la situación le dicen papá a otro de sus hermanos, pues cuando mataron a Jesús estaban bien chiquititos.

Don Juan, el dueño del abastecedor, murió ahogado en el 2005, esa fue otra tragedia para la familia.

En esta foto aparecen doña Irma, y su hijo Jesús, además su nieta quien falleció en un accidente. Foto: Cortesía de la familia. (cortesía)

Don Mainor Serrano, quien es vecino de Belén, asegura que recuerda lo que ocurrió con don Jesús.

“Usted sabe que en los pueblos pasa mucha cosa, pero eso fue algo muy triste, porque eran personas trabajadoras y por asaltarlo fue que le arrebataron la vida y hasta donde me acuerdo, no les robaron nada”, dijo don Mainor.

Este belemita recuerda que a él y su familia, quienes tenían más relación con don Juan, les dolió cuando les dijo que ya no quería estar más en ese negocio por el dolor y la indignación por la que estaban atravesando.

“Después de eso no se volvió a saber de ellos, pero sí se acuerda uno cuando pasa por ahí de lo que pasó, fue una de esas noticias que nos impactó, yo le he contado la historia a algunos nietillos míos y vecinos recién llegados, ellos eran personas buenas”, enfatizó.

Los restos del comerciante descansan en el cementerio de La Ribera de Belén.

Jesús Monge Ballestero tenía 42 años. (cortesía)
Silvia Coto

Silvia Coto

Periodista de sucesos y judiciales. Bachiller en Ciencias de la Comunicación Colectiva con énfasis en Periodismo. Labora en Grupo Nación desde el 2010.

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