El Novelón

(Video) Muerte y milagro son los recuerdos del accidente aéreo en cerro Chonta

Tres pasajeros fallecieron y cinco lograron sobrevivir en el cerro Chonta hace casi 19 años

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Desde el 2001 don Marvin Abarca guarda está "mufla". Foto cortesía Marvin Abarca (cortesía)

Hay cosas que nunca se olvidan y recuerdos que se conservan sin importar el pasar de los años, así piensa don Marvin Abarca Mena, quien fue una de las personas que hace 18 años encontró y dio la primera ayuda a los sobrevivientes de un accidente aéreo en el que también fallecieron tres personas.

Este vecino de San Jerónimo de San Carlos de Tarrazú, mantiene intacto en su mente lo vivido aquel miércoles 28 de noviembre del 2001, como si aún estuviera caminando por los trillos para encontrarlos. Él conserva una “mufla” (escape) y una llanta de aquella aeronave.

Pese a lo aparatoso seis personas lograron sobrevivir. Fotos: La Nación 2020 (archivo)

Ese día, una avioneta de Sansa, un Cessna 208 B, Gran Caravan monomotor se estrelló, el viaje 1625 salió del aeropuerto Juan Santamaría, en Alajuela, a las 11:30 a.m. y debía hacer escala en Quepos a las 11:52 a. m., para recoger a dos pasajeros, era un recorrido de rutina después seguirían hasta Puerto Jiménez, Golfito.

Los rescatistas tuvieron que improvisar las camillas. Foto: Archivo LN 2001 (archivo)

Los pilotos eran Ricardo Salazar Mora, de 29 años, y Carlos José Lacayo Solano, de 26 años. Además viajaban seis pasajeros, dos costarricenses: Álvaro Zúñiga Ramírez y Adolfo Preus Stransburger. Y tres estadounidenses: Brandon Wiely, Brandy Wiely y Michael Packard y la alemana Silke Friedbold.

Los pilotos estaban fallecidos, también Preus.

Casi se horas duró el rescate de don Álvaro, el barreal fue el peor enemigo de los cruzrojistas. En la foto de camisa blanca a la derecha el entrevistado Héctor Blanco. (archivo)

Los aviadores tuvieron contacto con la torre de control y el viaje parecía normal; sin embargo, después de las 12:10 p. m., no se supo nada más de la avioneta, en ese momento las autoridades lo único que sabían era que la aeronave podía haber caído en algún cerro entre Tarrazú, Parrita y Aguirre, aunque en ninguno de esos sitio se reportó haber escuchado las señales de radio que emite un aparato llamado ELT, que llevan los aviones pequeños y se activa cuando sufren un fuerte impacto.

Roberto Carlos Duran y Héctor Blanco recuerdan el accidente como uno de los rescates más difíciles por el terreno. Foto: Silvia Coto (archivo)

El paramédico Héctor Blanco era voluntario de la Cruz Roja de San Marcos de Tarrazú, él recuerda que recibió una llamada del coronel de la benemérita, Guillermo Arroyo, para indicarles que una avioneta había caído.

Don Marvin Abarca conserva muchos recuerdos del accidente. Foto: Cortesía Marvin Abarca (archivo)

“Empezamos a alertar al personal para que se preparara, no contábamos con los mismos recursos que hay ahora, recuerdo que con un mapa empezamos a marcar los posibles cerros, pero yo tenía como la corazonada de que había caído en uno en particular, ese día no pudimos salir porque ya era tarde y el acceso era complicado”, recordó el rescatista.

Don Marvin asegura que él estaba en su finca cuando vio la gran cantidad de neblina que había y hasta pensó en las aeronaves que pasaban por ese lugar y que casi siempre volaban bajito.

“Tenía una jarra de café y un pedazo de pan en la mano cuando la doña prendió el tele y dieron la noticia de la avioneta, eran las 3:30 de la tarde, hice varias llamadas y en San Marcos de Tarrazú me dijeron que iban a entrar, por lo que él decidí ir a ayudar”, dijo.

Los sobrevivientes durmieron en la montaña, con el miedo de no ser encontrados. Foto: LN 2001 (archivo)

Abarca tuvo la misma corazonada de Héctor sobre el lugar donde se había dado el accidente, un cerro en la fila Chonta, entre Tarrazú (San José) y Aguirre (Puntarenas).

En la madrugada del día siguiente los grupos de rescatistas se dividieron en dos, pues el barrial provocó que los carros se pegaran y tuvieran que empujarlos. Don Marvin se adelantó con el piloto Pablo Ross, quien llegó apenas supo de la noticia, pues Lacayo fue su instructor de vuelo y lo consideraba su amigo.

“Nosotros íbamos subiendo el cerro, yo iba gritando y en eso escuché varios gritos que respondían y que cada vez se oían más cerca, eran voces en distintos idiomas, cuando ellos nos vieron se alegraron mucho, el piloto que venía conmigo avisó a los que venían atrás que ya los habíamos encontrado”, recordó el baquiano.

Don Marvin les dio agua y un confite a cada uno.

Héctor recuerda que a ellos les llegó el olor a combustible de la avioneta, a los 10 minutos tuvo frente a sus ojos una escena de destrucción, pero a la vez milagrosa, pues según su experiencia la sobrevivencia en estos accidentes es mínima.

Estas foto es un recuerdo de don Marvin con los sobrevivientes. Foto: Cortesía (archivo)

“Ellos nos decían que su principal miedo era que no los encontraran, nos abrazaban, y no lo podían creer, durante la noche se cobijaron con la ropa que andaban en las maletas”, recordó.

El terreno era un puro barreal. Foto: LN 2001 (archivo)

“Don Álvaro estaba todavía dentro de la avioneta, tenía quemaduras y perforado un pulmón, era el único tico vivo, y además el más delicado, los otros tenían golpes, pero podían caminar”, dijo Blanco.

La zona donde se creía que cayó la avioneta era muy extensa pero la intuición permitió que la encontraran. Foto LN 2001 (archivo)

Quienes estuvieron en el rescate aseguran que la avioneta pegó contra la montaña de frente, apenas les faltó unos 10 metros para haber pasado sin ninguna dificultad. Las alas se arrancaron y cortaron varios árboles por la mitad, la cabina quedó destrozada y el motor quedó incrustado en la tierra a unos 50 metros; sin embargo, donde iban los pasajeros prácticamente quedó intacto y eso salvó a los sobrevivientes.

En un área de 120 metros quedaron tiradas las partes de la aeronave.

Héctor asegura que fue difícil sacar a don Álvaro del sitio, pues era bastante alto y lo tuvieron que encamillar, el barro les llegaba más arriba de la rodilla y tardaron entre cuatro y seis horas para poder llevarlo hasta donde estaban los carros.

“Había momentos en que él sentía mucho dolor y más porque teníamos que movernos para sacar las piernas del barrial, nosotros tratábamos de mantenerlo activo, él nos decía que tenía mucho frío, nosotros tratábamos de animarlo.

"Don Álvaro Aguilar, otro de los rescatistas, le decía ‘toca, nos vamos a comer los tamales en diciembre, piense en su familia, tenga fe’. Cuando lo iban a subir a la ambulancia nos dijo ‘gracias, muchachos, ustedes son mis héroes’”, dijo Blanco, quien pese a que ha participado en varios rescates de avionetas asegura que este es el más duro que recuerda.

Los otros extranjeros sí pudieron caminar para salir de la zona. Todos fueron llevados a la Clínica Bíblica.

“Ese día nosotros estábamos demasiado cansados y eso que estábamos más jovencillos, pero era imposible volver a entrar, otro grupo llegó a darnos apoyo y sacó los cuerpos”, recordó el paramédico quien con Rescate Urbano ha estado en la búsqueda de los restos de Allison Bonilla, la joven que desapareció en Cachí, colaboración que hizo por solicitud del OIJ.

En el grupo que entró por los cuerpos estaba Roberto Carlos Durán, quien era voluntario de la Cruz Roja de San Marcos de Tarrazú y trabajaba en el Proyecto Hidroeléctrico de Pirris.

“Ese día me fui a las 4 de la mañana, pedí permiso, recuerdo que los pilotos estaba fallecidos, solo llevábamos una camilla, entonces tuvimos que hacer las otras para poder sacarlos, era tan complicado el terreno que durábamos una hora por kilómetro.

"Esa es una escena que uno no puede olvidar y fue un trabajo bastante duro, los pilotos tenían mucha experiencia, eran queridos por muchas personas que se impactaron cuando supieron del accidente”, dijo el actual paramédico del Comité Metropolitano.

Roberto recuerda que el rescate de los tres cuerpos duró 15 horas.

Reconocido como un héroe

Don Marvin nos contó que él regresó al sitio del accidente y encontró una cartuchera con papeles y $100 que eran de uno de los sobrevivientes y fue hasta el hospital para entregárselos.

Luego fue a visitar a los sobrevivientes a un hotel donde se estaban quedando y le regalaron $100, y tiempo después una cadena de televisión lo llevó a Estados Unidos de paseo.

Además, el presidentede la República de ese momento, Miguel Ángel Rodríguez, como agradecimiento lo invitó a almorzar a Casa Presidencial.

“Yo de ese accidente guardé una llanta, la mufla y también el motor, un día fui y con una camilla que hicimos lo trajimos a la casa, y aquí estuvo mucho tiempo, mi idea era donarlo al colegio de aquí, pero me dijeron que se necesitaban unos permisos, entonces al tiempo un conocido me dijo que lo quería para tenerlo en un restaurante que tiene y que de hecho tiene varias cosas de aviones, pero al tiempo me dijo que alguien llegó y ofreció comprárselo”, dijo Abarca.

Este baqueano asegura que durante algún tiempo mantuvo contacto con los sobrevivientes, pero no ha vuelto a saber nada de ellos, conserva muchos recuerdos como fotos y asegura que mucha gente le pide que cuente la historia.

Mientras que en el caso de Blanco, hace un par de años asegura que vio a don Álvaro cuando llegó a un hospital a dejar un paciente y la esposa del señor lo reconoció.

“Fue bonito verlos y saber que están bien, sinceramente yo no los reconocí, pero ellos me recordaban”, dijo el rescatista.

Los cuerpos fueron sacados un día después. Foto: LN 2001 (archivo)

Le dio la vuelta la mundo

El caso de la avioneta lo contaron dos reconocidos canales de televisión, Discovery Channel y Wonder Channel, ambos reportajes se pueden ver en Youtube, en estos los sobrevivientes cuentan lo ocurrido.

Carlos Lacayo, piloto. (archivo)
Adolfo Preus, dueño de cabinas. (archivo)
Ricardo Alberto Salazar Mora, piloto. (archivo)
Silvia Coto

Silvia Coto

Periodista de sucesos y judiciales. Bachiller en Ciencias de la Comunicación Colectiva con énfasis en Periodismo. Labora en Grupo Nación desde el 2010.

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