Sexo de a tres, cuatro, e incluso seis si el espacio lo permite. En estos días la Legislatura de Buenos Aires levantó la prohibición de aceptar a más de dos personas por habitación en los albergues transitorios, una medida que regía desde la última dictadura.
Los propietarios de los hoteles celebraron la modificación de una ley que les imponía múltiples restricciones y que no tenía en cuenta los cambios socioculturales de los argentinos a lo largo de los últimos 40 años.
El origen de este tipo de hoteles se remonta al año 1937, cuando se promulgó la Ley de profilaxis, que puso fin a los prostíbulos y dio pie a la aparición a los amueblados, casas con pocas habitaciones que se alquilaban por horas. En 1960 una ordenanza los legalizó como hoteles alojamiento por horas y en 1978 otra ley impuso las restricciones que han estado vigentes hasta ahora.
“El telo”, como se les conoce a los moteles allá, está integrado en el paisaje urbano de Buenos Aires. Su arquitectura destaca por la discreción: las puertas de entrada son pequeñas y opacas; se accede casi siempre desde calles secundarias; los espacios comunes son mínimos; el recepcionista suele estar tras un vidrio oscuro y no registra el nombre de los huéspedes; y las ventanas, de existir, es difícil verlas abiertas. Dentro de las habitaciones abundan las paredes y techos espejados, las luces de colores y los jacuzzis, aunque los hay también con elementos de fantasía como reproducciones de automóviles o de destinos exóticos.
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No hay barrio de Buenos Aires sin telos, pero en la última década han cerrado medio centenar y los 140 que quedan en actividad atraviesan horas bajas.
En 1998, la ordenanza se modificó para permitir la entrada de un máximo de dos personas sin distinción de sexo. Quedaba atrás la obligatoriedad de que los clientes fuesen hombre y mujer. A partir de ahora, los telos se abren también a tríos, parejas swingers y grupos.