¿Se imagina ir a ver una obra de teatro que dura 24 horas? Al parecer muchos lo pensarían, ya que tendrían que pedir el día libre para tirarse una puesta en escena más larga que silbido de lechero. Pero cuando la gente se entera de que los actos estarán llenos de sangre, sexo y violencia la mayoría decide hacerle frente al maratón.
¿Qué pretende un director teatral cuando decide montar un espectáculo de 24 horas de duración? ¿Qué espera del público?
“Purificación —responde Jan Fabre—. Quería averiguar si la purificación es todavía hoy posible. Quería romper la dictadura del tiempo, llevar a los espectadores a un estado de semivigilia para despojarlos de su máscara analítica e introducirlos en el lenguaje de los sueños. Pues ese es precisamente el lenguaje que utilizaban las tragedias griegas”, explicaba el artista belga durante la presentación a la prensa madrileña de su monumental obra "Monte Olimpo".
La obra recorre los principales mitos de la cultura griega y mezcla una docena de grandes tragedias: Electra, Medea, Fedra, Antígona, Edipo, Orestes… Hay mucha sangre, danza, sexo, violencia, oscuridad, pesadillas, pero también silencio, amor, ilusión, belleza —“Siempre mi último objetivo es la búsqueda de la belleza”, agrega.
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Los actores duermen sobre el escenario en los momentos de descanso y vuelven al brete aún envueltos en sueños. Igual que el público: los teatros del Canal han habilitado zonas para que los espectadores puedan dormir y mantendrán la cafetería abierta durante toda la función. “Queremos que esto sea una vivencia compartida. Una purificación que experimenten tanto los actores como los espectadores”, dijo el director.
La representación de "Monte Olimpo" es uno de los acontecimientos de la temporada teatral madrileña. La fama de este espectáculo, estrenado en Berlín en 2015, es tal que las entradas se agotaron en cuanto se lanzaron el pasado junio. Entonces, ¿es posible la purificación? “Sin lugar a dudas, sí. Hemos hecho experiencia en 17 ciudades distintas (entre ellas Sevilla, hace dos años) y siempre ha desatado ovaciones. Los espectadores entran, salen, duermen, comen, lloran, ríen, gritan… Pero pocos se van. Casi todos llegan hasta el final. En el estreno en Berlín incluso se quedaron aplaudiendo 40 minutos más”, recordó Fabre.
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