Uno como tico se siente muy orgulloso del pegue de la película Love Hard (Qué duro es el amor), del director Hernán Jiménez, en Netflix.
La cinta estuvo el fin de semana como número 1 a nivel mundial y destronó a la famosa serie coreana El juego del calamar. Mucho con demasiado.
Sin embargo, y sin afán de restarle méritos a Jiménez, Dios me libre, hemos tardado muchísimo en que nuestros cineastas destaquen internacionalmente. Incluso en el género del suspenso el famoso director inglés Alfred Hitchcock, responsable de Los Pájaros o Psicosis, entre otro montón de icónicas películas, sería un aprendiz.
Y es que en nuestro país hay abundante materia de inspiración para la industria cinematográfica. Este martes, por ejemplo, casi quedamos congelados del susto con la versión de “Cochinilla” en Acueductos y Alcantarillados. La lavadora era bien abastecida con el agua del AyA.
Horrorizados vemos como la plaga no estaba únicamente carcomiendo al Conavi y al MOPT.
La selección de bola da material de sobra para un buen guion. Vivimos días de suspenso para ver en qué momento le aplican los santos óleos, lo que podría ocurrir entre el viernes o el martes próximos y luego vendría el rechinar de dientes de nuestros incompetentes dirigentes.
Lo que pondrá a más de uno al borde del infarto es que con Rodolfo Villalobos, quien andaba divirtiéndose en la Maratón de Nueva York mientras el rancho aquí ardía, no pasará absolutamente nada. La cereza al amargo pastel la pone Keylor Navas quien cómodamente verá el adiós de la Sele desde la Ciudad Luz mientras aquí todo es oscuridad.