Falleció Dionisio Cabal, otro gran tico que nos arranca el mortal covid-19. Pierde la cultura, pierde la música, pierde la historia porque fue un apasionado por rescatar y enaltecer nuestras raíces.
Fue un gran admirador y defensor del héroe nacional de la campaña de 1856, Juan Rafael Mora Porras.
Y a sus 67 años estaba muy cerca de ingresar al selecto grupo de intelectuales que integran la Academia Morista Costarricense, dedicada a mantener vivo el legado y el pensamiento de don Juanito.
Con su sorpresiva muerte, Dionisio no logró alcanzar ese sueño y nos deja, además, una gran y durísima lección. Él había usado sus redes sociales para expresar sus dudas sobre la efectividad de las vacunas contra el coronavirus y al final el virus se lo llevó desde una cama del Hospital Calderón Guardia, a la que llegó desde inicios de octubre.
Duele profundamente su pérdida, pero duele aún más porque pudo evitarse. Sirva esta dura circunstancia para que personajes como el candidato Fabricio Alvarado, el diputado restauracionista Melvin Núñez y la “Defensora” Catalina Crespo midan sus palabras, en especial cuando sus erróneos y peligrosos mensajes calan entre gente humilde, maleable, desinformada y fácil de persuadir.
¿Cuánto luto debe haber en humildes familias costarricenses que prestaron atención a estos y otros irresponsables?
“Todos merecemos respeto, no solo una parte del país”, manifestó Alvarado después que Presidencia anunció la obligatoriedad de la vacuna para funcionarios públicos y para el ingreso a comercios como restaurantes y cines.
Sí, todos merecemos respeto, pero también todos merecemos cuidar nuestras vidas y las de nuestros seres queridos.