Durante tres años, la ciudad de Kičevo, en Macedonia, vivió una ola de horror marcada por una serie de asesinatos.
Lo que parecía ser una cobertura periodística más sobre crímenes brutales terminó convirtiéndose en uno de los giros más perturbadores en la historia del periodismo: el reportero que cubría los casos era, en realidad, el autor de los homicidios.
Una ola de asesinatos que estremeció a una ciudad
Entre 2005 y 2008, al menos tres mujeres fueron encontradas sin vida en circunstancias similares. Las víctimas, todas empleadas de limpieza de entre 50 y 60 años, según informó The Guardian. Estos crímenes pusieron en alerta a la población y a las autoridades locales.
Un periodista con información demasiado precisa
En medio de la cobertura de estos hechos, comenzó a llamar la atención el trabajo de Vlado Taneski, un periodista de 56 años y con más de dos décadas de experiencia en temas municipales. Su nombre se destacó por la precisión con la que describía las escenas del crimen, lo que inicialmente se interpretó como rigurosidad profesional.
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No obstante, a comienzos de 2008, los investigadores detectaron que Taneski incluía detalles en sus artículos que solo podrían haber sido conocidos por el asesino o por los agentes involucrados.
Uno de los datos que más despertó sospechas fue el estado exacto en que se hallaron los cuerpos. “Leímos sus informes y sospechamos. Sabía demasiado“, declaró el portavoz de la policía, Ivo Kotevski, al New York Times.
Del periódico a la celda
La desconfianza creció cuando los investigadores notaron que Taneski siempre contactaba a la policía poco después de los asesinatos.
Además, en uno de sus artículos, el periodista escribió información que no había sido confirmada públicamente. Kotevski explicó que estos datos reforzaron la idea de que o tenía una fuente muy cercana a la investigación o estaba directamente implicado.
La segunda opción resultó ser la correcta. Las columnas que Taneski publicaba en Utrinski Vesnik terminaron funcionando como confesiones veladas. Un análisis de ADN realizado en una de las escenas del crimen permitió establecer que coincidía con el del periodista.
Evidencia que lo conectó directamente con las víctimas
Las autoridades registraron tanto la casa principal de Taneski como su residencia de verano. En ambas ubicaciones encontraron cables telefónicos, material pornográfico y pertenencias que habrían sido de las víctimas.
Esta evidencia consolidó la acusación en su contra por los asesinatos de Zivana Temelkoska, Ljubica Licoska y Mitra Simjanoska. También se investigaba su posible implicación en la desaparición de otra mujer, una trabajadora de limpieza de 78 años, reportada como desaparecida en 2003.
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El 22 de junio de 2008, Taneski fue arrestado. Sin embargo, no llegó a ser juzgado. A la mañana siguiente, fue hallado sin vida en la celda que compartía con otros dos detenidos, en la prisión de Tetovo.
El caso conmocionó al entorno laboral y personal del periodista. Ljupco Popovski, editor del diario donde Taneski trabajaba, expresó su incredulidad ante la noticia: “Nunca hubiera creído que fuera capaz de hacer algo así”, dijo a Associated Press, describiéndolo como un hombre “bastante tranquilo y reservado”.
Su exesposa también se manifestó sorprendida en una entrevista con la estación local Canal 5. Relató que tuvieron un “matrimonio ideal” durante 31 años y que “siempre fue tranquilo y amable. La única vez que lo vi agresivo fue cuando vivíamos con sus padres”.
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Un perfil que podría haber buscado su propia caída
Para algunos especialistas en salud mental, la manera en que Taneski escribió sobre los crímenes podría revelar un deseo de ser descubierto. Antoni Novotni, director de una clínica psiquiátrica en Skopje, señaló a The Guardian que “quizás quería que lo pillaran dejando escapar lo que decía en sus artículos”.