El agujero gigantesco que apareció en la capa de ozono sobre el océano Ártico (de un tamaño nunca antes visto) y que había dejado con la boca abierta a los científicos a fines de marzo, se cerró en los últimos días.
A pesar de lo inusual de este fenómeno, los científicos observaron también otra cosa fuera de lo normal y es que el agujero comenzó a desaparecer tan rápido como se formó.
Lejos de estar vinculado a la reducción de la contaminación ambiental que permitió la cuarentena casi a nivel mundial como consecuencia de la pandemia de coronavirus, esta desaparición del enorme hueco se debió a una solución natural provocada por una ola de calor, según afirmó en su cuenta de Twitter el Servicio de Monitoreo de Atmósfera Copernicus.
Esta animación muestra cómo se cierra el agujero.
The unprecedented 2020 northern hemisphere #OzoneHole has come to an end. The #PolarVortex split, allowing #ozone-rich air into the Arctic, closely matching last week's forecast from the #CopernicusAtmosphere Monitoring Service.
— Copernicus ECMWF (@CopernicusECMWF) April 23, 2020
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“El remolino polar se dividió, permitiendo la llegada de aire rico en ozono en el Ártico”, explica Copernicus y asegura que “la situación siguió sus pronósticos”.
Según consigna la agencia de noticias DPA, Copernicus añade que si bien parece que el remolino polar aún no llegó a su fin y se reformará en los próximos días, los niveles de ozono no volverán a ser tan bajos como los vistos a comienzos de abril.
Termómetros arriba
El Ártico experimentó un aumento en la temperatura esta semana, hasta llegar a los 20 grados centígrados, temperatura que se encuentra por encima del rango normal para esta época del año.
Según el Servicio de Vigilancia de la Atmósfera de la red europea Copernicus, el agujero no volverá a formarse, aunque el remolino polar agarre fuerza en los próximos días.
La situación comenzó a fines de marzo, cuando se descubrió un fenómeno extraordinario que dejó a la comunidad científica totalmente descolocada.
Se detectó en el Polo Norte un agujero de enormes dimensiones en la capa de ozono, gas que protege a la Tierra de la mayor parte de la radiación ultravioleta del Sol.
A principios de abril la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés) confirmó su existencia empleando datos del satélite Sentinel-5P de Copernicus.
Aunque no era un fenómeno aislado porque ya se habían producido “miniagujeros” sobre el Polo Norte en otras ocasiones, si era nuevo su tamaño (un millón de kilómetros cuadrados, 19 veces más grande que Costa Rica) y su duración.
La principal teoría que explica su formación pasa por unas condiciones atmosféricas poco habituales.
Durante los meses de invierno, cuando las temperaturas suelen ser extremadamente frías, ambos polos experimentan un agotamiento del ozono.
Para que se forme un agujero de ozono se deben alcanzar temperaturas por debajo de -80 °C, luz solar, campos de viento y sustancias como los clorofluorocarbonos (presentes en refrigeradores, aire acondicionado, algunos cosméticos, insecticidas).
Se repite
Según los científicos, unas temperaturas inusualmente bajas en la estratosfera hicieron que se abriera este agujero en la capa de ozono sobre el Ártico esta primavera del hemisferio norte, del mismo modo que se produce desde hace décadas en la Antártida tras concluir el invierno en el hemisferio sur.
Normalmente, las temperaturas mínimas en el Ártico tienden a ser más bajas que en la Antártida.
Pero este año unos potentes vientos alrededor del Polo Norte atraparon aire frío, fenómeno que se conoce como “vórtice polar”.
La pérdida de este gas llegó al 30 por ciento en la vertical del Polo Norte, con temperaturas por debajo de -80 grados.
Normalmente, la estratósfera sobre el Ártico es demasiado cálida y el vórtice polar demasiado inestable para que se dieran esas condiciones.
El agujero de la capa de ozono en la Antártida se intensificó hace décadas por las emisiones industriales de gases que destruyen el ozono.