Miguel Cruz Salazar jamás se imaginó que un bolso hecho con sus propias manos, en su taller de San Mateo de Alajuela, iba a terminar en el hombro del actor Brad Pitt… ¡y en el cine mundial!
Este emprendedor, de 48 años, nació en San Juan de Oriente, un pueblito famoso por su cerámica en Masaya, Nicaragua.
A los 14 años, el 9 de setiembre de 1991, migró a Costa Rica junto con su mamá, doña Sara Salazar, y su padrastro, don Rafael Narváez. Nunca había salido de su tierra, y menos a un país tan distinto como este.
“Fue impactante. Venía de un pueblo muy humilde, y llegar a San José fue una gran novedad. Me costó, pero me propuse enamorarme del país, de su cultura, su gente y su desarrollo”, cuenta.
Miguel solo pudo estudiar hasta sexto grado, porque había que trabajar para colaborar con la familia.
Desde muy joven, su padrastro le enseñó a trabajar el cuero, y así empezó haciendo carteras, fajas y billeteras. A los 15 años ya ayudaba en una tienda en San José, y a los 17 trabajaba en un taller en Moravia.
“Mi primer salario fue de ¢17 mil al mes. Era duro, pero siempre aspiré a más. Nunca quise trabajar en construcción. Sabía que el cuero era lo mío”, afirma.
A los 18 años se fue para Guápiles, donde aprendió talabartería, el arte de trabajar el cuero rústico.
Se tiró al agua
En esos años se encendió en él el gusanito del emprendimiento. Soñó con asociarse con su jefe, don Francisco, pero al no darse la oportunidad, decidió lanzarse por su cuenta. Tenía solo 23 años cuando abrió su primer taller, en Desamparados.
Desde entonces, Miguel nunca ha cerrado su negocio. Han pasado más de dos décadas, en las que ha visto verdes y maduras, pero siempre se ha mantenido firme.
“Cuando las temporadas eran buenas, compraba maquinaria y cuero. Cuando eran malas, había que reinventarse. Pero siempre con sacrificio y amor por el oficio”.
Durante años fabricó para marcas nacionales. Pero hace ocho años, junto con su esposa Kenly María Chacón Sandí, registraron su propia marca: Miguel Cruz. “Sabíamos que teníamos experiencia, pero tocaba convencer a la gente de que era una marca nueva con historia. Por eso empezamos a ir a ferias, a movernos en redes sociales, a mostrar nuestro trabajo”.
Hoy, “Miguel Cruz” es sinónimo de calidad en marroquinería costarricense. Pero lo mejor estaba por venir…
¡Brad Pitt!
Miguel lleva años siendo proveedor de PACTO Helmets, una marca tica especializada en accesorios para autos antiguos, propiedad de Danilo Coto.
“Un día me pidieron 12 bolsos verdes, sin decirnos para qué eran. Después nos enteramos de que uno lo usaría Brad Pitt en una película de Fórmula 1”.
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El actor estadounidense interpreta a Sonny Hayes, un piloto retirado que siempre anda vestido con algo verde; además, con su bolso verde en el que guarda el casco de piloto.
Ese bolso, diseñado por Danilo y fabricado por Miguel, aparece en más de 12 escenas del filme… ¡y hasta en la portada!
“Cuando vi la película, no lo podía creer. ¡Ese bolso lo hice yo! Fue una sensación inexplicable, de gozo, placer, satisfacción, agradecimiento… por todo el sacrificio. Llamé a mi esposa y nos abrazamos. Fue mágico”, cuenta Miguel con una sonrisa enorme.
Orgullo hecho cuero
El bolso está hecho con cuero costarricense, proveniente de la histórica empresa herediana Pirro AGZ, fundada en 1921. Cada pieza fue cortada a mano y cosida con la habilidad que caracteriza a este artesano que lleva décadas perfeccionando su técnica.
“Es un bolso 100% artesanal, hecho aquí, en Costa Rica, con manos nicaragüenses y corazón tico. Esto no es solo un logro personal, es una muestra de que lo hecho a mano, con cariño, puede llegar muy lejos”, dice con el pecho inflado.
Miguel asegura que el diseño fue trabajado en conjunto con PACTO. Él puso el talento, la técnica y el empeño.
“No a cualquiera le pasa esto. Que un producto hecho en mi taller, con mis manos, llegue a Hollywood y lo use Brad Pitt… eso es algo que no se olvida”.
Hoy, desde su taller en San Mateo, Miguel ve hacia atrás con gratitud y hacia adelante con esperanza.
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“Yo vine de un pueblo chiquitito de Nicaragua. Me formé aquí, en Costa Rica. Me tocó duro, pero nunca dejé de soñar. Esta historia prueba que los sueños sí se cumplen”.
Y así resume su historia este artesano pulseador: “De San Juan de Oriente a San Mateo… ¡y ahora hasta Hollywood!”.