¿Se podrá hacer una mascarilla con una lata de birra?, ¿dolerá ponerse una mascarilla de esas?, ¿cuánto se tardará en hacer ese tipo de mascarillas para combatir el covid-19?
Estas preguntas surgen al conocerse que la Caja del Seguro Social compró mascarillas médicas desechables a una chatarrera ubicada en San Sebastián, en los barrios del sur de Chepe, por ¢88 millones.
Para aumentar la sorpresa, la chatarrera nunca había vendido ni una acetaminofén y mucho menos materiales médicos a ninguna institución del Estado.
Para tratar de entender cómo sería una mascarilla de estas, buscamos a doña Wenty Salazar, quien tiene más de seis años de haber iniciado “El rinconcito de las artes”, en Montes de Oro de Miramar, en Puntarenas.
Muy dura
Cuando ella necesita aluminio recorre los parques y la playa del Puerto y rapidito llena una bolsita con latas de birra usadas. Ella ha hecho bellezas con este material.
“Sí se puede hacer una mascarilla con una lata de cerveza, porque alcanza el material, pero hay muchos detalles que tomar en cuenta. Hay que aprovechar al máximo el aluminio así que para abrirla se debe tener mucho cuidado, además, para proteger las orejas hay que forrar con hule esas partes.
“Hay que decir que quedaría una mascarilla muy dura y que molestaría demasiado la cara… Imagínese si las de tela dejan marcas en el rostro, peor con una de aluminio reciclado”, detalló de la porteña.
Ella nos adelantó que mejor ni la busquen porque no le entra al negocio.
“Hay que abrir la lata, rayarla con el molde, cortarla, pulirla, lijarla, porque llevaría borde con hule. Además comprar hule y sacar el molde, cortarlo y unirlo al aluminio.
“Me llevaría más de una hora haciendo una mascarilla de aluminio, ya que lleva mucho trabajo, por lo que habría que cobrar por lo menos 3.500 colones por cada una. No es negocio”, advirtió.
El epidemiólogo Juan José Romero, de la Maestría en Epidemiología de la Universidad Nacional (UNA) se trajo abajo el negocio de la mascarilla de lata con solo una pregunta, “¿por dónde va a respirar la gente?”.
“No tiene ningún sentido una mascarilla de aluminio, porque si la hacen muy hermética, para que el virus no entre, entonces la persona se muere ahogada. No tiene utilidad sanitaria”, explicó el doctor que se apuntó puras tejas.
Muy serio
Quisimos ponerle un poquitico de fisga a este tema y por eso les hablamos de una posible mascarilla salida de una lata de birra; sin embargo, lo que sí no tiene nada de gracioso es la millonada que le soltó la Caja a la chatarrera.
Además lo hicieron más rápido que Speedy González, ya que la adjudicación se logró en solo 48 horas mediante una compra directa y en la que no hubo más oferentes, según el expediente de contratación.
Por esa venta de 316.000 mascarillas, la empresa del enredo, es decir la chatarrera Metales Tosha IP S. A., obtuvo poco más de ¢88 millones ($151.680), unos ¢279,37 por cada mascarilla, el pasado 4 de junio.
El 2 de junio, solo dos días antes de la adjudicación, la empresa se inscribió ante la Dirección General de Tributación como proveedor, al mayoreo, de equipo médico y productos farmacéuticos.
Sin anomalías
Además, la compañía no tiene experiencia en el suministro de equipo médico.
Desde el 2015 a la fecha, esa empresa ganó 58 contratos públicos, pero para la compra de chatarra y desechos metálicos, principalmente, al Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), a la Compañía Nacional de Fuerza y Luz (CNFL) y al Instituto Costarricense de Puertos del Pacífico (Incop).
La información, destapada por La Nación, se confirma luego de revisar las bases de datos del Sistema Integrado de Compras Públicas (Sicop) y el portal de compras públicas de la Contraloría General de la República, desde el 2007 a la fecha.
Con anterioridad, la empresa había notificado a Tributación que se dedicaba al reciclaje de desperdicios y desechos metálicos.
Jorge Durán Rodríguez, el presidente de Metales Tosha IP, aceptó que esta fue la primera vez que la empresa comercializaba este tipo de materiales en el país.
Aclaró que él importó las mascarillas desde China aprovechando unos contactos que tenía en ese país y a los cuales les vendía metal.
Insistió en que no hubo ninguna anomalía en la contratación y más bien tuvo que tocar muchas puertas para obtener ese contrato.