Dos situaciones muy particulares le confirmaron a Erik Porras que el proyecto con el que había soñado unos años atrás era el correcto y que tenía un claro propósito.
La primera fue hace cuatro años, para un Día de la Madre, cuando tenía 12 macetas sembradas para vender y uno de los compradores le quedó mal, pero tan solo un minuto después de esa cancelación otro amigo lo llamó y le preguntó dónde estaba para pasar a comprarle un girasol (el único que le quedaba).
Esa flor era para regalársela a una persona con cáncer y ahí se dio cuenta de que lo que estaba haciendo era un proyecto con un buen fin.
Lo que terminó de reconfirmar el rumbo que llevaba fue cuando lo contactaron del Hospital Nacional de Niños para contarle el caso de Sarah Pamela Vargas Téllez, una niña de ocho años que lamentablemente estaba desahuciada y tenía el sueño de conocer un campo de girasoles.
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Para entonces (diciembre del 2020) aún no tenía el campo sembrado, pero estaba en la etapa final de la prueba donde tenía sembrados los girasoles en el jardín de su casa, en barrio San José de Alajuela.
“Para esa cosecha me acosté como a las tres de la mañana trasplantándolos y mientras estaba en eso, tuve un sentimiento extraño en mi corazón que no comprendí hasta que conocí a Sarita y volví a tener la misma sensación que me confirmó que mi decisión era la correcta”, dijo Erik.
Estas hermosas plantas solo florean durante una semana y ese periodo coincidió con la salida de la niña del hospital para que pudieran llevarla al día siguiente a cumplir su sueño de visitar el campo de girasoles.
Ahora que el campo es toda una realidad y que esta semana está en el pico máximo de la floración, Erik quiere que la mamá de Sarita, doña Susan Téllez, vaya a visitarlo.
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