“Tengo mal de ojo”. Eso es lo que pensamos de inmediato cuando nos sentimos cansados, con dolor cabeza o, aún más, al notar que cada cosa que intentamos hacer nos sale mal, que estamos bloqueados.
Una de las supersticiones más antiguas que llegó hasta nuestros días es el mal de ojo, que está relacionado a la mirada y a la transmisión de la envidia y de energías negativas fuertes a través de ella.
Reconocido a nivel mundial, este maleficio ocupa el primer lugar del podio de los más populares.
¿Cómo saber si tiene mal de ojo?
Según Clarín, el mal de ojo es el resultado de una fuerte energía negativa que le es enviada a una persona de parte de otra que busca hacerle daño.
Este tipo de energía suele ser producida por la envidia, los celos y el odio, y puede provocar un enorme malestar, tanto físico como emocional, en quien lo recibe.
En general, cuando recibimos un ataque energético de este tipo, lo primero que sentimos es una fuerte inestabilidad emocional y una sensación de miedo y angustia. Incluso, pueden darse una pérdida de dinero o roturas frecuentes e inexplicables en nuestro hogar o espacio de trabajo.
Pero también suele venir acompañada por una sensación de pesadez, letargo, dolor de cabeza, malestar estomacal y alteraciones en el sueño, entre otras cosas.
Eso sí, debemos tener en cuenta que como estos síntomas son genéricos, si persisten en el tiempo, debemos hacer una consulta médica para descartar cualquier tipo de enfermedad o problema físico antes de pensar que se trata de los efectos de una energía negativa que recibimos.
¿Qué hacer para curar el mal de ojo?
Para protegernos del mal de ojo, lo fundamental es estar fuertes de espíritu. Al emitir energía positiva, directamente rechazaremos las malas vibras que nos pueden enviar.
Y en esto la felicidad es la clave. Es que para lograrlo, es muy importante sentirnos lo más a pleno posible con nuestra vida, estar contentos con nuestro trabajo y ser felices rodeados de nuestra familia y amigos.
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También es esencial estar en eje y a gusto con nosotros mismos. En este sentido, es muy importante alimentarnos de manera sana, trabajar nuestras fortalezas, meditar y enfocarnos en lo que deseamos e ir hacia ello.
También ayuda practicar yoga, reiki o cualquier actividad que nos haga bien y, de ser posible, darnos un gusto con regularidad.
Como conclusión, todo lo que hagamos en bien de nuestra fortaleza interior y optimismo será beneficioso a la hora de enfrentar cualquier energía negativa que alguien intente hacernos llegar.
Pero -siempre hay un pero- una ayuda externa tampoco viene mal. Hay amuletos y talismanes que, gracias a su poder, colaboran al momento de ayudarnos a enfrentar la envidia.
Puede ser una cinta roja, un ojo turco, una mano de Fátima o una escoba detrás de la puerta. Cada uno puede elegir el que más le gusta... Todo suma buena onda.
Creencia milenaria: la historia del mal de ojo
“Los orígenes de esta creencia se remontan a pueblos tan antiguos como Babilonia, Egipto, los sumerios y los hititas. Estas culturas creían que los malos sentimientos que están dentro del ser humano salen afuera por los ojos”, describe Carmen Torrente en su libro “La superstición dice…”.
Es que ya desde la antigüedad, el mal de ojo se atribuye a la mirada muy fuerte de algunas personas.
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Así, de las gorgonas griegas y su mirada paralizante hasta los relatos celtas de hombres que dominaban caballos con sólo mirarlos, el mal de ojo atravesó prácticamente todas las culturas a lo largo de miles de años. Y con él, cada civilización creó sus propios amuletos de cuidado y defensa.
Como “antídoto”, los egipcios maquillaban el contorno de sus ojos con Kohl, un compuesto a base de antimonio que era preparado por los adivinos para los hombres; y, en cambio, por ellas mismas en el caso de las mujeres.
“En la antigua Roma -describe Torrente- los hechiceros profesionales especializados en mal de ojo eran contratados para ejercer sus sortilegios contra los enemigos de una persona”.
En la Edad Media, como solía ser habitual, tener la mirada desviada o algún problema en la vista convertía a la persona en candidata a morir ahorcada o en la hoguera.
En Asia Central, Grecia, Turquía y en la región oeste de China también se creía -y aún se cree- en el ojeo y los temibles efectos de una mirada fuerte y “mala”.