“Manejar un bus eléctrico es como andar en las nubes. Es otra cosa. Una delicia, otro nivel. Es más confortable, más estable, el asiento del chofer es super cómodo. Uno no siente cansancio de nada”.
Ese es el resumen que hace doña Ingrid Otárola Angulo, una aserriceña de 39 años, quien es conductora de autobús en el Grupo Auto Transportes Desamparados, empresa que le da servicio a Desamparados, Aserrí, La Capri y Los Guido, y que tuvo del 23 de febrero al 23 de julio dos buses eléctricos.
Ella y otros compañeros fueron parte de la prueba que se hizo con buses eléctricos en ciertas rutas desamparadeñas. A ella le tocó manejarlos en la ruta San José-San Rafael Arriba de Desamparados.
El estudio sobre la primera ruta con dos de los tres buses eléctricos, donados por el ministerio de Ambiente de Alemania, fue realizado como parte del proyecto piloto de electrificación del transporte público, impulsado por el Gobierno de la República, con apoyo del proyecto MiTransporte de la Cooperación alemana – GIZ.
Los primeros resultados mostraron que el costo de la operación es cinco veces menor que el de los buses de diésel. Solo para el mes de mayo, el costo diario promedio de combustible para las unidades de diésel fue de ₡49.501, mientras que para el bus eléctrico solo gastó de ₡7.898 en la carga.
“Los pasajeros andan más cómodos y así se lo hacen saber a uno. Salían muy contentos del viaje. Es un bus que no hace ruido, que no tiene gradas, que no tira humo y eso es demasiado bueno para los adultos mayores. Incluso, el bus se inclina para ayudar más a las personas que por una u otra razón les cuesta subirse.
“Para las personas a las que hay que darle servicio de rampa, en silla de ruedas o que por alguna razón no pueden doblar sus rodillas, usé la rampa que es fácil de manejar... por eso le digo que es una delicia”, agrega la conductora.
Doña Ingrid manejó el bus eléctrico en un turno normal y en condiciones comunes, fueron ocho horas al día.
“Yo terminaba las ocho horas y me sentía que no había trabajado. El asiento es una butaca con un soporte lumbar que se infla o desinfla a gusto de uno. La espalda pasa cómoda. En esos cuatro meses yo llegué a la casa y mi familia lo notaba, me veían más descansada, alegre, activa”, recordó.
La chofer acepta que la primera semana el miedillo que tenían era por el desconocimiento, pero después todo cambió.
“Como chofer uno dice: ‘¿Será que este bus eléctrico me va a aguantar toda la jornada?, pero eso pronto se olvida porque son tecnologías muy buenas.
“Yo recibía el bus a las 4:30 de la mañana con un 100% de carga y como en el curso que nos dio el INA le enseñaron a uno a regenerar (lograr que el mismo bus produzca energía que alimente la batería), entonces ocho horas después, entregaba con el 68 o 70% de energía y el compañero de la tarde entregaba al final del turno con un 48 o 50%. Esos buses jamás lo dejarían a uno tirado, son una belleza”, explicó.
Esta breteadora tiene 39 años, está casada y tiene 3 hijos y una hermosa nieta. Fue su papá, don Víctor Hugo Otárola Corrales (conocido como Maita y quien ya falleció), quien la impulsó a ser chofer de bus, de hecho, cuando tenía 16 años ya don Víctor la había enseñado a manejar camiones grandes, incluso vagonetas.
“Entré como chequeadora y papi siempre me dijo que yo debía pedir plaza de chofer, por eso me animé. Lástima que papi no pudo verme y disfrutar estos buses eléctricos, pero mis hijos sí, ellos se montaron y les encantó lo que relajan estos buses, son otro nivel, casi que se manejan solos, con una mano”, concluyó.