Los sabaneros de ahora ya no son señores, entendido como personas adultas de avanzada edad, como refiere el diccionario. Más bien son jóvenes que cabalgan, eso sí como en antaño, por los extensos pastizales de la pampa guanacasteca para cuidar el ganado.
Ataviados con pantalón de mezclilla, sombrero de ala ancha para burlar el sol y botas de hule o de cuero, con espuelas, estos diestros jinetes manejan a la perfección las cuerdas para soguear las vacas o a sus retoños cuando necesitan aislarlos para marcarlos o medicarlos.
Han aprendido muy bien su oficio, heredado la mayoría de las veces de sus progenitores, aunque también han sido influenciados por otros parientes y vecinos. Nacieron y crecieron en medio de vacas y caballos, por eso encantados con una pasión desborda las venas dedican su vida a esta actividad.
Jorge Fernando Solano, por ejemplo, tiene 28 años y más de seis de dedicarse a esta labor. Es el mayor de tres jóvenes y entusiastas sabaneros que atienden tres lotes de entre 200 y 300 cabezas de ganado en la Hacienda Solimar, en Colorado de Abangares.
“En mi familia todos se han dedicado a esto. Crecí viendo a mi papá, Alexander Solano Villegas, arrear y pastorear ganado”, dijo el muchacho mientras ensillaba su caballo, a las 6 de la mañana, para iniciar la jornada junto a sus compañeros, Jorge Durán Medrano, de 21 años, y Ariel Bermúdez Urbina, de 19.
Los tres coinciden en que son un gran equipo. Y es que tiene que ser así porque entre ellos deben cuidarse, ya que trabajan rodeados de muchos animales de gran tamaño y peso de las razas Nelore puro y Brahman.
“Trabajar con los animales es muy bonito, el ambiente es tranquilo porque entre todos nos apoyamos”, dijo Ariel, quien trabajó vendiendo pollo en Alajuela, pero desde hace seis meses trabaja en lo que siempre soñó, cerca de su padre, Noel Bermúdez, quien es el encargado de la finca.
Entre sus responsabilidades destacan tatuar y curar cuando alguna res está enferma, por eso en la silla del caballo además de su agua y comida para resistir todo el día de trabajo, se aseguran de llevar los antibióticos y antiinflamatorios para los animales. No puede faltar, además, el machete, la soga, el celular y la cuchilla con sus respectivos estuches de cuero.
Pastorean con mucha atención para que las reses estén pastando en el mejor potrero y que coman bien. “El ganado más fino se debe chinear con las mejores pasturas, por eso es que andamos trasladando los animales de un potrero a otro”, señalo Jorge Solano.
Y es mientras realizan estas acciones cuando más atención deben poner a su trabajo porque muchas veces, durante la carrera, el equino mete las patas delanteras en un hueco y literalmente salen volando, expulsados desde la silla del animal.
La juventud, sin embargo, colabora con el equilibrio y la fuerza para ponerse de pie y continuar con la labor. En ocasiones, incluso, deben ayudar a partear. Muchas vacas con problemas a la hora del parto no podrían traer al mundo a sus terneros si no fuera por la labor de los sabaneros.