El próximo 25 de noviembre don Randall Aguilar Quesada cumplirá 21 meses de haber salido de la cárcel, lugar en el que estuvo cinco años.
La experiencia sin libertad lo hizo replantearse la vida y jurarse aprovechar lo vivido para levantarse y ayudar a la mayor cantidad posible compañeros presos.
No se acuerda, o mejor dicho, no quiere acordarse. del día exacto en que entró a la cárcel de Pérez Zeledón, en la cual estuvo 18 meses y durmió en la cama número 9.
El resto de los cinco años los pasó en la cárcel de Cocorí, en Agua Caliente de Cartago, y le tocó, una vez más, y de pura casualidad, dormir en la cámara número 9.
Sí se acuerda perfectamente, y pone una cara de gran alegría, el día que recuperó su libertad: fue el 25 de febrero del 2020, tenía salida oficial para las 10 de la mañana, pero tuvo que firmar un montón de papeles y terminó saliendo a las tres de la tarde.
Pulseador
Si usted va rumbo a Paraíso de Cartago por estos días, podrá toparse un rótulo que invita a visitar una verdulería que se llama “El preso número 9″. Es el negocio de don Randall, al menos, uno de los que tiene.
Es un pulseador eterno, por eso desde que estaba pasando largas noches detenido sabía que se iba a reconstruir de las cenizas, porque considera que la cárcel no es lo último, pero sí uno de los golpes más duros en la vida.
“Tras haber salido de la cárcel y decidí usar mi experiencia como algo positivo tiene mucho que ver con la canción de Nelson Ned (llamada “El preso número 9″), me encanta esa canción y agarré ese nombre para mi recomenzar en la vida”, nos comenta.
El tema de la canción no tiene nada que ver con el caso de don Randall. El preso número 9 de Nelson Ned trata de un “hombre muy cabal” que tras encontrar a su pareja siéndole infiel con un amigo los mata y por esos asesinatos fue fusilado.
“Fueron cinco años de un gran aprendizaje. En la cárcel me dieron herramientas importantes para reinsertarme en la sociedad, aprendí a trabajar la madera en el taller de artesanía, por ejemplo. Eso lo agradeceré toda la vida, justo en momentos en que uno incluso llega a pensar que vale muy poco, el sistema lo hace a uno entender que vale mucho y que puede hacer mucho por su país.
“Salí de la cárcel e inmediatamente volví a lo que siempre hice desde chiquillo, enderezado y pintura de autos, eso es lo mío y me puse un taller, después vino la verdulería, siguió la tienda de souvenirs y más recientemente llegó un lubricentro, todo en el mismo terreno del taller y todos se llaman El preso número 9″, comenta.
Explica don Randall que la tienda de souvenirs prácticamente no es suya, porque es donde se venden las artesanías hechas por sus excompañeros de la cárcel.
“Usted me está preguntando si extraño algo de la cárcel pensando que le voy a decir que no, pero vieras como todos los días me duele haber dejado a los amigos que hice, también me duele recordar que en las cárceles hay mucha gente inocente privada de su libertad, como en mi caso.
“Yo mantengo mi relación con muchos compañeros detenidos y hago lo que puedo con la tiendita de souvenirs. Gracias a Dios hay varias familias que dependen de lo que vende la tiendita y digo gracias a Dios porque me llena demasiado poder ayudar a mi gente”, asegura orgulloso.
Antes de pasar cinco años detenido, don Randall fue ciclista de élite en el país; corrió tres Vueltas a Costa Rica con el equipo que tenía: Taller RJ-Ciclo Cora Bike. También compitió en la Ruta de Los Conquistadores y en una ocasión terminó en la décima posición.
Compitió en vueltas a Chiriquí, Panamá, y hasta ganó las 12 horas en bicicleta de ciclismo de montaña del Instituto Tecnológico de Cartago. También disputó 7 vueltas a San Carlos en bicicleta de ruta.
“Nunca tuve proceso en el ciclismo, aprendí solo y ya viejo, a los 27 años, eso me enseñó que todo en la vida se puede con disciplina y trabajo. Ahorita estoy gordillo, pasado de peso, estoy esperando que pasen las fiestas de diciembre para recomenzar.
“Es que acomodar un barco lleva trabajo. Levantarse de las cenizas no es nada fácil porque cuando uno sale de la cárcel inmediatamente la sociedad te pone un sello en la frente, por eso antes de que eso pasara yo me sellé solo. Sí, estuve en la cárcel, sí fui condenado. También cumplí mi condena y tengo derecho, como todos, a una segunda oportunidad”, advirtió.
La cárcel le dejó una gran lección, que estar preso no es el final de la vida y que se deben saber aprovechar las oportunidades, además, en su caso, aprendió que a dos puyas no hay toro bravo y por eso se agarró de Dios y de la Virgencita de Los Ángeles, La Negrita.
“En la cárcel y en el hospital se conocen los verdaderos amigos y familiares que tiene uno. Mi esposa y mi familia completa nunca me abandonaron, estuvieron de principio a fin. Tengo dos frases como pilares: los privados de libertad merecemos una segunda oportunidad y la más sencilla de todas, la cárcel te construye o te destruye, está en uno”.