“La madrugada del 11 de marzo de 2007, un fuerte dolor en la caja torácica que se irradiaba en ambos brazos me despertó de forma súbita. Para no caer en pánico di varias vueltas por la sala de mi casa, hasta requerir ayuda.
“Ingresé al hospital, al parecer con síntomas de infarto, lo cual se confirmó en un electro que me realizaron. Sinceramente, no me había percatado de la gravedad del asunto hasta que me hicieron un cateterismo”.
Este es parte del testimonio de Óscar Fernández, de 76 años, quien es uno de los varios casos de éxito del proyecto Educación y Rehabilitación Cardiopulmonar Fase III de la Escuela de Ciencias del Movimiento Humano y Calidad de Vida (Ciemhcavi) de la Universidad Nacional (UNA).
Este proyecto educativo motiva hábitos saludables entre los pacientes cardiópatas o en personas con factores de riesgo de forma preventiva. Actualmente, don Óscar realiza actividad física tres veces por semana con la debida supervisión, lo cual le ha permitido participar en carreras de 10 y 11 km.
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Pero antes de correr, don Óscar recordó aquel 2007, cuando “descubrieron que mi corazón estaba muy enfermo, por lo que era inevitable e impostergable una cirugía, la cual se hizo cinco meses después.
“Pensé que mi vida se acababa. Tiempo después el médico me recomendó acudir al Programa de Rehabilitación Cardiovascular de la UNA, en el Campus Benjamín Núñez. En pocas palabras mi vida cambió, gracias a esta rehabilitación que devolvió mi paz y calidad de vida”, aseguró.
Educación y confianza
Gretel Villalobos, coordinadora de Rehabilitación Cardiovascular fase III, explicó que este proyecto busca que personas como don Óscar mantengan un estilo de vida saludable para insertarse a sus actividades diarias lo más normal posible.
Sin embargo, antes de incorporarse a este proceso, la persona tuvo que superar las fases I y II del Programa de Rehabilitación Cardiovascular.
La fase uno es el periodo en el que el paciente está hospitalizado después de sufrir un evento o procedimiento cardiaco y la fase II, es cuando inicia la rehabilitación, previo aval médico, entre la primera y segunda semana posterior a la intervención cardiaca.
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Esta fase consta de 36 sesiones de ejercicio programado y monitoreado por medio de la telemetría, supervisión médica y sesiones de educación al paciente, en cuanto a la enfermedad cardiaca, manejo de los factores de riesgo coronario y cambios en su estilo de vida.
La especialista de Ciemhcavi explicó que lo más importante de la fase III es la educación, donde la persona aprende a conocer su cuerpo, detectar un síntoma, cuándo asistir al médico y el tipo de ejercicio que puede realizar de forma controlada.
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“En esta fase no prescribimos el alta, la idea es que la persona se mantenga en el proyecto, se involucre en actividades sociales o grupos conformados, donde se sienta parte de la comunidad al cumplir un rol social y no se aísle en su casa”, asegura Villalobos.