Una de las cosas más feas que he tenido que decir durante esta pandemia es que a nadie le duelen los muertos, mientras no sean los muertos de uno o de alguien conocido.
La otra cosa que me ha parecido supernegativa es que todos hayamos visto los hospitales repletos de covid-19, con salones de Cuidados Intensivos cada vez más grandes y con más pacientes, y que algunos descarados se hayan dedicado a preguntar ¿cuál pandemia?, mientras que otros definitivamente más cerrados decían que el coronafurris no existe y que todo es una manipulación del gobierno que en este momento se encarga de los asuntos del Estado costarricense.
¿Por qué somos tan indiferentes al dolor ajeno? ¿Con qué clase de concha podemos decir que todo esto es una farsa política?
A veces pienso que a un pequeño grupo de costarricenses le habría hecho falta que diagnosticáramos más de 10 mil casos nuevos diarios, y que ojalá se murieran más de 500 costarricenses al día, para sentirse felices y dejar de ponerse en ridículo. La pandemia es real. La mortalidad en Costa Rica de un porcentaje muy bajo de enfermos es real.
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Hago hincapié en la realidad de las cosas porque a cada rato he visto publicados en los lugares más inapropiados una serie de comentarios sobre el origen de la enfermedad, sobre las características del virus y sobre el futuro de nuestro país a raíz de los graves problemas económicos que están viviendo muchísimos hogares.
Somos ejemplares
En algún momento se dijo que el virus había sido creado para erradicar a los ancianos, pero la sorpresa vino cuando empezaron a morir adultos maduros que no alcanzaron la tercera edad.
También han muerto personas mucho más jóvenes, pero la mortalidad en Costa Rica por esta enfermedad no llegó ni siquiera a la mitad de lo que ocurrió en China o en Italia.
Nosotros tenemos suerte en muchas cosas, pero también sabemos ponernos “la roja” muy bien puesta cuando se trata de trabajar juntos por un bien común.
En esta pandemia la gran mayoría de los costarricenses se han puesto las pilas y los resultados han asombrado al mundo entero. Somos ejemplares en la forma en que estamos protegiendo a los adultos mayores, somos ejemplares en la forma en la que cuidamos a nuestra infancia, y ahora somos ejemplares en la forma en la que muchísima gente está buscando voluntariamente la vacunación de la tercera dosis.
Hemos sido ejemplares cuando se nos pidió que empezáramos a lavarnos las manos fuera de casa. Ahora nos parece perfectamente normal que cuando llegamos a un edificio o a un local comercial, el guarda nos pida que nos lavemos las manos.
Hemos sido ejemplares cuando se ha convocado a vacunar a los ancianos. Claro que como de costumbre unas pocas personas han empezado a regar bolas con todo tipo de locuras.
Algunos leyeron publicaciones de dudoso origen, dizque denunciando que en Estados Unidos la vacuna produjo algún efecto secundario y de inmediato empezaron a hablar paja y a decir que el ministro quería erradicar a los ancianos porque era muy caro darles tratamiento para sus dolencias crónicas. ¡Qué falta de respeto y qué clase de ignorancia!
No podré cansarme de decirlo y de repetirlo: la gran mayoría de los médicos en Costa Rica estamos vacunados con tres dosis precisamente porque creemos en las vacunas. Creemos en todas las vacunas que se han comprado para nuestro país, de las dos marcas, y sabemos con toda certeza que la gran mayoría de personas vacunadas van a desarrollar buenísimas defensas, mientras que unas poquitas podrían tener reacciones más fuertes, que, incluso, pueden mandarlas al hospital con efectos muy peligrosos.
A la fecha tenemos más de medio millón de casos confirmados por covid-19 en Costa Rica. Estoy seguro de que son mucho más, porque sabemos que hay un porcentaje de casos que no llegan a diagnosticarse porque el cuerpo mata al virus antes de que la persona tenga síntomas.
Sin indiferencia
Eso está muy bien, el hecho de que no sepamos el número exacto es algo con lo que podemos vivir y seguir adelante. No solo covid-19 se manifiesta de esta manera. En algunas comunidades algunas personas fueron picadas por el zancudo con dengue y nunca se enteraron porque fueron asintomáticos.
Otras personas se han contagiado de hepatitis y nunca se enteraron porque no se pusieron amarillas. Así son varias enfermedades, el coronafurris no ha inventado nada nuevo. Sin embargo, los enfermos asintomáticos pueden contagiar a otras personas con varios virus diferentes, no solo covid-19 se comporta así.
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Un día de estos, un carambas al que le encanta jugar de vivo me dijo: “¿dónde están los muertos?, yo no los veo…”
Qué ganas me dieron de llevármelo para el hospital y meterlo en la morgue, para que con sus propios ojos viera la tristeza de las familias que han vivido la experiencia de ni siquiera poder abrazar a su papá, a su mamá o a uno de sus hermanos.
Vivir en la indiferencia y en la mentira lo único que hace es destruir nuestros hogares y nuestra sociedad. Tengamos un feliz 2022, y mantengamos a raya al coronafurris, que sigue siendo un bicho pendejo que muere con agua y con jabón.