Don Melvin Cerdas Masís, siendo niño, siempre tuvo un sueño, de esos que la vida le deja a uno guardado en el corazón como una semillita. Ya de adulto él se encargó de hacer germinar esa semillita en forma de madera, martillo y pura pasión.
Cuando tenía apenas unos ocho años, allá en Acosta, soñaba con tener un carrito de madera de juguete, como los que veía pasar de los chiquillos más suertudos. Pero en su casa, la necesidad pesaba más que los juguetes. No había para lujos, ni para rueditas.
Hoy, con 61 años, casado, papá de dos hijos, nos contó que en el 2022 decidió que ya era hora de darse ese gusto.
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Pero no hizo un carrito de juguete cualquiera... ¡hizo un carro de madera real! Y no solo camina, tiene placa, marchamo al día y hasta pasó la revisión técnica en Dekra. Lo puede ver rodando por las calles, como si fuera salido de un cuento, con un chasis 100% hecho de madera y... a mano.
“Desde que lo pensé, sabía que iba a hacerlo como los carritos de antes. Quería uno con alma, con líneas como los carros viejos de carreras, como los carruajes jalados por caballos. Esos tenían una belleza única, eran carros soñados”, cuenta con orgullo don Melvin, quien nació en Acosta y se crio en Río Frío, donde vive actualmente.
Con sus manos
La base de esta joya artesanal es un Suzuki Samurai del año 1984. Pero de ese carrito japonés solo quedó un pedacito de chasis, el motor y la transmisión. Todo lo demás lo hizo don Melvin con sus propias manos, usando maderas finas como teka, cedro, jícaro, cristóbal, caobilla y hasta laurel.
“Yo trabajé toda la vida con metal, que es más duro. Así que, al pasarme a la madera, sentí que era más llevadero. Eso sí, fue un trabajo bien detallado, porque todo debía calzar exacto, desde los postes que sostienen el tanque, hasta la trompa y la cabina.
“Me costó mucho por lo pequeño que es el chasis del Samurai, meter todo ahí fue como armar un rompecabezas en 3D”, explicó.
Comenzó a construirlo en enero del 2022, recién acabando la pandemia, y tardó año y medio en terminarlo.
En ese tiempo, pulió cada tornillo, cada esquina, cada centímetro de madera, como quien talla un recuerdo. Porque eso es, al fin y al cabo, un sueño que venía arrastrando desde niño.
Orgullo sobre ruedas
Don Melvin cuenta que desde que lo planeó, lo pensó “para que caminara”, no para tenerlo guardado debajo de un galerón. Por eso pasó por todos los trámites: la placa, el marchamo y el paso obligado por Dekra. Aunque no fue nada fácil.
“Me lo rebotaron dos veces en Dekra. Me pedían cosas como dos escobillas (solo le había puesto una), luces que no pasaron, frenos, ¡hasta cadenillas porque no tenía puertas! Pero le fui metiendo cada detalle y a la tercera vez lo pasé”, recuerda entre risas.
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Hoy ese carrito de madera camina como cualquier otro carro moderno. Ha ido hasta Limón, Tarbaca, Acosta, Parrita, Orotina, Esparza y Alajuela. Incluso, fue la gran estrella del carnaval en San José en diciembre del antepasado año. “Fue una locura linda, me pusieron de primero”, dice con una sonrisa que no se le borra.
Muy admirado
El carrito no solo es único, también es una obra de arte sobre ruedas. Donde va, todo el mundo lo vuelve a ver. Los chiquillos en las escuelas y colegios se alborotan apenas lo ven, y hasta los oficiales de tránsito lo detienen... pero no para multarlo.
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“¡Ni la licencia me piden! Solo me paran para verlo, para admirarlo. Como vieron que tiene todas las calcomanías al día, se quedan admirados (los oficiales de Tránsito). Es que es diferente, no hay otro igual”, dice orgulloso.
Su familia también ha disfrutado el invento. Su esposa Germania Paniagua y sus dos hijos ya han dado más de una vueltita en el carrito, y aseguran que no pasa una calle sin que alguien se quede con la boca abierta.
Va por el segundo
Pero este sueño no se detuvo ahí. Don Melvin ya está construyendo otro carro, también de madera, pero esta vez más grande.
Compró un chasis de un Land Cruiser de 1979, uno de esos legendarios que en Acosta solo tenía “el señor millonario del pueblo”. El modelo perfecto para su segundo gran sueño.
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“Ese carro era un monstruo lindísimo. Uno de niño lo veía pasar y soñaba con él. Ahora estoy trabajándolo poco a poco. Este sí tendrá más madera cristóbal que el primero. Ya casi lo termino. La idea es que también tenga placa y todo para circular. Igual que el otro, lo estoy haciendo con amor, cuidando cada detalle”, aseguró.
Lo único que le falta, dice, es tiempo. Pero mientras tenga salud, piensa seguir dándole forma a esos recuerdos de infancia que hoy andan por la calle en forma de carro, madera y sueños cumplidos.
“Son mis juguetes. Los que no tuve de niño, pero ahora me los hago yo mismo. Es un trabajo fino, hecho con cariño, que me llena de orgullo”.