Quiko y Rackun le dan vida a una historia de amor y milagros, tanto así que ni al mejor guionista de Hollywood se le hubiera ocurrido hacer una película en la que dos zaguates de Ciudad de México, a los cuales ya les habían fijado fecha para morir, se convertirían en respetados oficiales del Servicio Fitosanitario de Costa Rica donde evitan que entren plagas que maten nuestros cultivos.
Quiko y Rackun son un amor, unos carajillos (ninguno llega a los cuatro años), pero cuando bretean son muy serios, responsables y eficaces.
Su peluda historia comenzó en la capital de México, donde nacieron en la calle. Durante sus tres primeros años llevaron, literalmente, una vida de perros, ya que la tuvieron que pellejear para sobrevivir.
Pegados por la desnutrición se les dificultó correr cuando las autoridades del Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria de México (Senasica) los persiguió para sacarlos de las calles.
Los capturaron el mismo día y terminaron en una perrera municipal en la que permanecieron varias semanas juntos.
Los peluditos no lo sabían, pero las autoridades mexicanas libran una gran batalla contra los animales callejeros, ya que México es el país que más peluditos sin techo tiene en todo Latinoamérica. El Gobierno ha calculado que hay unos 28 millones de mascotas en todo el territorio azteca, de los cuales el 70% (casi 20 millones) viven en las calles.
Alejando a la muerte
Aunque la captura anunciaba lo peor, para los zaguaticos fue como pegarse el Gordo Navideño porque entre los miles de perros callejeros los dos fueron muy afortunados, ya que cuando el Senasica captura a un perro el procedimiento es muy simple, lo llevan a una perrera pública y le ponen una fecha límite en la que si nadie lo adopta será sacrificado e irá a ladrar al cielo de los perros.
Lo más rudo es que la fecha que les dan para ser adoptados no es muy prolongada, si acaso unas semanas, por lo que, a principios del año pasado, a Quiko y Rackun se les acababa el tiempo, pues las autoridades revisaron la fecha para mandarlos a mejor vida y a ambos solo les quedaban tres días para ser adoptados o morir.
Pero la gente del Senasica se portó tuanis, ya que los llevó a la Escuela Canina, un centro de entrenamiento de perros en el que los preparan para ser policías y a ambos los mandaron donde entrenan a guatos para ser agentes especiales, de esos que detectan el ingreso ilegal de vegetales, semillas y verduras, entre otros.
Allí fue donde surgió su buen olfato como la mejor arma para salvarse y los ficharon.
Quiko y Rackun comenzaron un proceso de entrenamiento de varios meses, en los que que tuvieron techo y tres comidas al día, nada que ver con el hambre y el frío que pasaron en las calles.
El milagro del amor
A mitad del proceso de entrenamiento, 10 noviembre del 2019, llegaron a la capital azteca María Ester Corrales Chaves y Débora Elizabeth Palacios Alpízar, dos oficiales del Servicio Fitosanitario tico.
Ellas habían sido seleccionadas, por oficiales mexicanos de Senasica, como las dos oficiales con mayores actitudes y aptitudes para trabajar con perros.
“Tuvimos que hacer mucho trabajo con ellos. Al inicio eran doce perros, teníamos que alimentarlos, lavarles las jaulas y compartir todo lo posible con ellos.
“Después, llegó un proceso de selección y quedaron ocho perros. Al final se hace una selección que va en dos vías, una escoge al perro con el cual se sintió más cómoda para trabajar y también, se le toma la opinión al perro para que decida, ya que los instructores los sueltan y ellos escogen.
“Con Quiko fue amor a primera vista, una pasión total, con una química perfecta siempre. Yo lo escogí y él me escogió. Tiene que ver el tono de voz, el trato e incluso la personalidad de ambos”, comento María Ester al contar su experiencia con Quiko.
En el caso de Débora y Rackun el asunto fue muy diferente.
“Yo había elegido a otro perro, pero Rackun me había elegido a mí. Comencé a trabajar con el perro que elegí, pero a los pocos días nos dimos cuenta que todavía le faltaba preparación y eso me obligó a cambiar de decisión, ya que el tiempo fue un gran enemigo.
“Después de descartar al primer perro, me trajeron otros dos para decidir y elegí a Rackun. A partir de ahí comenzamos un proceso de entrenamiento acelerado porque no teníamos mucho tiempo, había que regresar a Costa Rica y me lo llevaba al cuarto a dormir para afinar el vínculo… ¡y lo logramos! Ahora nos amamos con amor puro, del bueno”, explica Débora.
Breteadores ejemplares
Los binomios, como se conoce al equipo integrado por un oficial humano y uno canino, llegaron a Costa Rica el 21 de diciembre del 2019, pero todavía tenían muchos detalles por afinar, como los tonos de voz, los comandos y el vínculo.
Débora y María Ester se llevaban a sus casas a los perritos para consolidar la unión. Además, los peluditos venían de otro país y solo a ellas conocían.
Luego, el Servicio Fitosanitario logró un convenio con la Fuerza Pública, específicamente con la unidad canina K9, por lo que les habilitaron a Quiko y a Rackun dos espacios en el aeropuerto Juan Santamaría, junto a los perros policías que detectan drogas, ya que ese sería su lugar de trabajo.
“Ellos trabajan ocho horas al día, con espacios de descanso. Desde el primer día dieron excelentes resultados detectando frutas, vegetales, verduras y semillas en los equipajes de los pasajeros del aeropuerto. Son superefectivos.
“A ellos no se les escapa nada. Cuando las maletas pasan por los rayos X cabe la posibilidad de que algún vegetal o fruta se confunda con otra cosa y se deja pasar, pero a los perros el olfato no los engaña. Tienen una nariz superefectiva”, explicó María Ester.
José Monge Villalobos, el jefe de la estación del Control Fitosanitario del aeropuerto Juan Santamaría, explica que se tienen varios métodos de trabajo para la detección de ilegalidades, por lo que las unidades caninas son una herramienta muy importante en ese objetivo.
“Tenemos rotulación para informar a los pasajeros, están los rayos X, las alfombras sanitizantes. El objetivo es evitar que ingrese un vegetal porque puede traer una enfermedad que afecte a nuestros cultivos.
“El olfato de los perros nos da una gran ventaja porque detectan todo, carnes, quesos, frutas, granos, semillas y todo tipo de plantas”, comentó Monge.
Guerra contra hongo asesino
Una de las actuales guerras que deben pelear Quiko y Rackun, es contra los derivados del banano que a cada rato intentan pasar los extranjeros y ticos al país.
Costa Rica está en emergencia fitosanitaria desde el pasado 8 de julio, debido a la posible entrada de un hongo mortal para los cultivos de banano, el Fusarium raza 4, que mata las matas de banano y ya hace loco en varios países de Asia.
Este hongo asesino aún no está presente en el país, sin embargo, ya se reportó su presencia en Colombia, mientras que en Asia, Mozambique, Australia y Medio Oriente se han reportado daños de hasta 85% en las plantaciones de banano, así que se evita al máximo que entre al país, ya que existen 140 mil empleos directos e indirectos relacionados al cultivo de esta fruta.
“La principal es evitar que entren artesanías, sombreros, zapatos, chancletas, cuadernos y cualquier derivado de la fibra de banano, a cada rato tratan de meter eso en las maletas y por dicha Quiko y Rackun han salido demasiado efectivos, porque todo lo atajan”, explica Monge Villalobos, jefe de la estación del Control Fitosanitario.
Salieron tan buenos estos zaguaticos que ya el Servicio Fitosanitario tenía todo listo para enviar a México a otros tres oficiales para que trajeran a otros peluditos que ubicarían en el aeropuerto Daniel Oduber, en Liberia.
También se ha pensado colocar perros de este tipo en las fronteras terrestres de Paso Canoas y Peñas Blancas, pero con el tema de la pandemia se frenó este proyecto.
Sin duda, estos perritos mexicanos son un ejemplo de que el que ladra de último ladra mejor.