Al ir concluyendo este año litúrgico, la Iglesia como madre y maestra nos señala el camino de la introspección y el discernimiento para evaluar cuánto hemos crecido en santidad, única meta del cristiano.
Este año por primera vez celebramos también la Jornada Mundial de los Pobres, querida por el papa Francisco como gran fruto del Jubileo de la Misericordia. Esta jornada nos exige un acercamiento real y sincero con el hermano más necesitado, al punto que el papa nos motiva a que invitemos a almorzar a un pobre, que lo saquemos del anonimato y de la indiferencia, que nos sentemos junto con él y le veamos a la cara y al hacerlo contemplemos el rostro de Cristo sufriente, el cual como una nueva Verónica estamos llamados a enjugar para poder ver el milagro.
“El amor no admite excusas: el que quiere amar como Jesús amó, ha de hacer suyo su ejemplo; especialmente cuando se trata de amar a los pobres”, nos recuerda el papa en el mensaje que ha realizado para esta Jornada.
Si volvemos la mirada al Evangelio de este domingo, este nos habla de los talentos que el Señor dejó en nuestras manos y que quiere que multipliquemos.
Creo que la enseñanza sobre los talentos que el Señor nos propone son precisamente nuestros hermanos pobres, ya que el Señor desea utilizarlos como instrumentos de salvación para multiplicar la solidaridad, la caridad, el bien común y hacer presente el reino de los cielos en cada rincón de nuestro país.
“No pensemos solo en los pobres como los destinatarios de una buena obra de voluntariado para hacer una vez a la semana, y menos aún de gestos improvisados de buena voluntad para tranquilizar la conciencia. Estas experiencias, aunque son válidas y útiles para sensibilizarnos acerca de las necesidades de muchos hermanos y de las injusticias que a menudo las provocan, deberían introducirnos a un verdadero encuentro con los pobres y dar lugar a un compartir que se convierta en un estilo de vida. En efecto, la oración, el camino del discipulado y la conversión encuentran en la caridad, que se transforma en compartir, la prueba de su autenticidad evangélica”, dice el papa Francisco.
No olvidemos la gran tarea de hoy, almorzar con un pobre, es decir, almorzar con Jesús.