Nos encontramos en este hermoso tiempo ordinario, en el cual la Iglesia nos introduce en lo que llamo la Escuela de los Discípulos de Jesús.
Entramos a esta escuela para crecer en esa única y fundamental vocación a la que hemos sido llamados todos los seres humanos, ser santos. Como lo indica la palabra en 1 Tesalonicenses 4:7: “Pues Dios no nos ha llamado a vivir en impureza, sino en santidad”.
En este domingo la palabra nos centra en esa opción fundamental que con respecto a nuestra vocación debemos de hacer, de “querer” seguir al Señor, y en este seguimiento debemos ser capaces de algo esencial, la renuncia; ya que no podemos seguir al Señor y vivir como lo deseamos.
Ya lo dice el Evangelio: "quién no coge la cruz y me sigue no es digno". San Pablo nos invita a morir en Cristo, para resucitar a una vida nueva con Cristo.
En 2 Corintios 5:17: “Por lo tanto, el que está unido a Cristo es una nueva persona. Las cosas viejas pasaron; se convirtieron en algo nuevo”.
Esa vida nueva nos capacita para dar testimonio del Señor a tiempo y a destiempo, y sobre todo a escuchar su voz para descubrir nuestra misión en esta vida, para Eliseo, fue predicar la palabra, siendo profeta; para Pablo recorrer todos los pueblos paganos para evangelizar y sellar su fe con su sangre; y para ti, ¿cuál es tu misión?, ¿a qué te llama el Señor?, ¿como evangelizas?
El Señor nos ayuda a silenciarnos y ser capaces de escuchar su voz para descubrir en qué misión quiere el Dios Padre que nos santifiquemos.