En Dulce Nombre de Cartago hay un soldado que no usa armas para hacer guerra, sino para reafirmar su fe y devoción.
Se llama Efraín Quirós Vargas, tiene 57 años y desde los 8 forma parte de la Hermandad de Jesús Nazareno, una de las más tradicionales de todo Cartago. Este 2025 celebra con el corazón lleno de gratitud y amor a Dios sus 49 años como soldado romano.
Quirós no es cualquier integrante: es el jefe de la tropa romana, el rango más alto dentro de las divisiones de la hermandad, un verdadero líder espiritual que ha entregado su vida al Nazareno y de quien asegura le ha regalado dos milagros que marcaron su vida para siempre.
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Primer milagro
El primer milagro que Efraín atesora con todo su corazón ocurrió cuando él y su esposa, Hellen Abarca Fonseca, llevaban 14 años de casados sin poder tener hijos.
“Nosotros se lo pedimos al Nazareno, el embarazo fue en el tiempo de Dios. Mi hija es un milagro”, recuerda con la voz entrecortada. La pequeña Sharon Andrea nació hace 22 años y desde entonces se convirtió en el centro de su vida.
La fe de Efraín fue tan grande que nunca dejó de salir en procesiones ni siquiera en los años más duros de su vida, y la devoción por el Nazareno, asegura, fue la que los sostuvo en pie.
Segundo milagro
El segundo milagro ocurrió el 28 de julio del 2013, cuando vivían en Ujarrás. A media noche, el río Regado arrasó su casa mientras dormía junto a su esposa e hija.
“Me despertó un estruendo. El agua botó una pared, comenzó a entrar con fuerza y lo primero que hice fue sacar a mi esposa, luego a mi hija, que ya flotaba. Logré agarrarla y salimos como pudimos”, cuenta.
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Se refugiaron en un árbol en lo alto de un monte y allí pasaron tres horas esperando ser rescatados. “Sentí miedo, pensé que hasta ahí llegábamos, pero nos pusimos a rezar. El Nazareno nos salvó”.
Perdieron todo, pero la comunidad de Dulce Nombre los abrazó. “Nos tendieron la mano, no tengo cómo pagar tanto cariño. Me fui seis meses a Ujarrás, pero volví a empezar con muchas manos amigas en Dulce Nombre”.
Una vida en la hermandad
Efraín fue ingresado a la hermandad por su papá, don Efraín Quirós Masís (q.d.D.g.), y desde 1976 no ha faltado ni un solo año, ni siquiera durante la pandemia.
“En ese tiempo salimos igual, encerrados, con limitaciones, pero nunca dejamos de cumplirle al Nazareno”, explica con orgullo.
Recuerda una de las épocas más duras, hace unos 30 años, cuando un sacerdote recién llegado a Dulce Nombre les prohibió hacer la procesión.
“Nos pusimos firmes y nos fuimos a hacer la Semana Santa a Tibás, toda la comunidad, en unos 10 buses. Luego el padre recapacitó y volvió a abrirnos la puerta”, cuenta.
Mujeres y nuevas generaciones
La hermandad la integran 75 personas mayores de 10 años, incluidos 15 mujeres uniformadas. “Somos de las pocas hermandades en Cartago que aceptamos mujeres con uniforme de tropa romana”, afirma.
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Los menores de 10 años son “aspirantes”, que se preparan para poder participar formalmente cuando cumplan la edad.
El grupo se divide en soldados, tamboristas y sayones, estos últimos son los que alzan la imagen del Nazareno y usan un uniforme verde con amarillo. Los soldados, como Efraín, visten de rojo y llevan lanza, espada y escudo. Los sayones portan escudo y látigo.
Este año lucirán los trajes estrenados en 2024, que, según Efraín, “son muy representativos de la época”. Además, se preocupan por quienes no pueden costear el traje. “Se lo alquilamos a un costo simbólico, esto es fe, no negocio”, afirma.
Semana Santa sin descanso
Para los integrantes de esta hermandad, la Semana Santa no se vive, se entrega. Desde el Miércoles de Ceniza participan todos los viernes en viacrucis, alternándose entre Dulce Nombre y Caballo Blanco.
Este año, sin embargo, el puente que conecta ambas comunidades colapsó, por lo que habrá procesiones separadas en cada lugar.
El Jueves Santo se realiza la Procesión del Silencio y se visita el cementerio General de Dulce Nombre para rendir homenaje a socios y familiares fallecidos.
El Viernes Santo hay dos procesiones más: la del Calvario en la mañana y la del Entierro en la noche.
Efraín dice que la hermandad no solo lo ha ayudado espiritualmente, sino que le ha permitido educar a nuevas generaciones en la fe. “Queremos que los jóvenes vean en este grupo un espacio que les ayude en la parte religiosa y espiritual”.
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Su esposa también está involucrada, desde el comité femenino, encargándose de logística, altares y personajes bíblicos.
“Esto ha sido una hermosa experiencia de vida. No es sencillo, hay sacrificios, pero me mantiene vivo el amor al Nazareno y la fe en Dios. Ese es mi apostolado”, dice con convicción este hombre que, más que un soldado romano, es un soldado de un corazón entregado a Cristo.