Monseñor Manuel Eugenio Salazar tuvo el placer de conocer y conversar con el papa Francisco en dos ocasiones muy especiales. No obstante, hubo una de ellas que estuvo marcada por un chasco que lo pudo haber hecho pasar por un colorazo.
Según nos contó Monseñor en entrevista, hace nueve años, por allá del 2016, se le nombró obispo. Para su suerte, el papa Francisco apenas se estaba estrenando como líder de la Iglesia Católica, lo que le abrió las puertas a conocerlo.
“Todos los obispos del mundo y de todas las conferencias episcopales deben visitar al papa cada cinco años, ordinariamente.
“En mi caso, tocó la feliz coincidencia que yo recién nombrado obispo y tocaba la visita de los obispos de Costa Rica al Vaticano, así que fui”, explicó.
En ese momento, según nos contó Monseñor, aún estaba un poco tierno en su puesto y los nervios ganaron lo mejor de él y se le olvidó algo importantísimo.
“Como era un obispo nuevo y con poca experiencia, diay se me olvidó que hay que llevarle un regalo al papa”, nos contó con pena.
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“Es la costumbre, no es que lo exigen. Pero, cuando él nos recibió en una sala e iba entrando por la puerta, cada uno de los obispos de Costa Rica lo iba saludando y entregándole algo.
“Para mí, la gran vergüenza que no le llevaba nada y, claro, me di cuenta poco antes de verlo. Pero él fue muy bueno, disimuló y como que hizo el gesto de recibir algo. Como dije, era la costumbre que todos le daban algo, como yo no llevaba nada, disimuló y mostró gran caridad y misericordia conmigo, disimulando”, recordó con cariño.
Según nos contó, el papa también tenía la costumbre de darle un regalo a los obispos, en este caso, un rosario.
Alma pura
Ahora, usted, al igual que nosotros, se debe estar preguntando: ¿cómo era el papa?, ¿cómo era su personalidad? Bueno, Monseñor Salazar nos sacó de todas las dudas.
Quizás, lo que más le llamó la atención de las reuniones con el papa era su cercanía con las personas y esas ganas de corregir lo que estaba mal.
“Tras recibirnos pasamos a una sala y nos dijo: ‘hablen todo lo que quieran, digan todo lo que quieran, si tienen alguna crítica contra mí, contra la curia romana, lo que quieran decir’”, recordó.
“Eso no era común, creo que ningún papa lo había hecho. Él era de total transparencia y apertura. Incluso, nos contó algunos ejemplos de cosas que estaban fallando en el Vaticano, que no debo repetir acá.
“Pero nos motivó a que fuéramos críticos, analíticos, transparentes hacia él o hacia la curia romana y el Vaticano. Me gustó esa total transparencia”, agregó.
Además de la transparencia, Monseñor nos contó que el papa Francisco tenía una debilidad por el café tico.
“Desde que se le llevó café de Costa Rica, él siempre decía que es el mejor café del mundo”, dijo con felicidad.
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“Yo una vez le dije: ‘Santidad, pero, ¿sabe usted lo que está diciendo?, Pensando que no se le resientan los colombianos, hay un montón de países del mundo que producen café, y él me repitió: ‘sí, el mejor café del mundo’.
“Incluso, él contó en una ocasión que el café que le llevábamos de Costa Rica, dedicaba una parte a regalárselo a un patriarca de la iglesia oriental ortodoxa, que le gustaba muchísimo. Como el café es un producto exótico en Rusia, entonces le encantaba que le enviaran café de Costa Rica; le gustaba mucho”.
Eso sí, nos aclaró que, si bien era muy humilde y sencillo, eso no quita que fuera una persona que se tomara muy en serio su rol en la iglesia.
Incluso, recordó un chile que le sucedió la segunda vez que lo vio en Panamá, en 2019.
“Durante la jornada Mundial de la Juventud nos reunimos a solas con él en un templo. Yo aproveché para sentarme en las últimas bancas, para que cuando él pasara, ser de los primeros en saludarlo.
“De hecho, le di la mano, lo saludé y le dije que en Costa Rica lo amamos mucho y que rezábamos por él.
“Como yo sabía que era tan atacado, le dije que estábamos con él e, inmediatamente, reaccionó y me dijo: ‘No, conmigo no, con quien hay que estar es con Él’, y señaló hacia el sagrario, para decir con Jesús”, recordó.
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“Ese gesto, que fue casi como regaño, me gustó, ya que nos recuerda la esencialidad de Jesucristo”.
Monseñor recordó al papa con mucho cariño, asegurando que su mayor virtud era su valentía, ya que, a pesar de ser atacado, “incluso dentro de la iglesia por sus decisiones, fue un hombre fuerte y valiente, que trabajó con transparencia para limpiar la corrupción y cero tolerancia con la pedofilia.
“Creo que ha muerto un gran pontífice, una gran pérdida para la iglesia y para la humanidad, pero, murió a su estilo, con las botas puestas”, concluyó.