En Cachí, un rinconcito hermoso del cantón de Paraíso, en Cartago, se dio una historia que muy pocos conocen, pero que refleja el poder de la fe, la creatividad y la unión de una comunidad.
Corría la década de 1960 y en la parroquia de Santa Isabel de Portugal estaban con un tremendo problemón. Se acercaba la Semana Santa y no tenían una imagen de Jesús Nazareno para las procesiones.
Peor aún, tampoco había plata para encargar una, aunque fuese de emergencia. Era una iglesia humilde, con muchas ganas, pero con pocos recursos.
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Venancio Segura, quien era el mayordomo de la capilla en Cachí en ese entonces, no se quedó de brazos cruzados y se fue hasta la basílica de los Ángeles a hablar con el sacerdote encargado.
Le contó su preocupación y este, lejos de negarle ayuda, le dio una salida inesperada: “¿No tienen alguna otra imagen que pueda transformarse en un Nazareno?”, le preguntó.
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La única opción que tenía la comunidad era una imagen de San José, que la propia basílica les había regalado. Así fue como comenzó el milagrito de Cachí.
El párroco buscó entonces al reconocido escultor e imaginero cartaginés Bernardo Ramírez, quien además era el director de música sacra en la misma casa de la Negrita. Cuando le contaron la situación, el artista sintió que se trataba de un llamado divino.
“Yo lo sentí como un reto de fe. No era solo restaurar una imagen, era darle a un pueblo la posibilidad de vivir su Semana Santa con devoción”, contó con emoción don Bernardo cada vez que le consultaban sobre el tema.
Con mucho cuidado, inclinó la espalda de San José para que pudiera llevar la cruz al hombro, le abrió los deditos de la mano derecha para que pudiera sostenerla y le cambió los ojos por unos más tristes, que reflejaran el dolor del camino al Calvario.
Cuando la comunidad vio al nuevo Nazareno, no lo podía creer. La transformación había sido tan bella y tan respetuosa que muchos se echaron a llorar. Jesús estaba entre ellos, gracias a un San José que se dejó moldear por la fe y el talento de un hijo de Cartago.
Pero la historia no termina ahí. A esa imagen nunca se le quitaron las sandalias que traía cuando era San José. Por eso, es el único Nazareno en todo el país que no está descalzo.
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Este detalle es profundamente simbólico. Según antiguos relatos y pasajes bíblicos (Lucas 23,11 y Juan 19,23), a Jesús lo despojaron de su ropa y hasta de sus sandalias antes de cargar la cruz, todo como parte de burla que le hicieron los soldados romanos. Caminar descalzo el camino al Calvario era parte del sufrimiento.
“En cambio, este Nazareno lleva sandalias, y eso lo hace único. Es como si San José, su padre en la Tierra, se hubiese quedado con él, acompañándolo en el dolor”, dice don Bernardo, con la voz entrecortada.
Hoy, más de 60 años después, esa imagen sigue siendo el alma de la Semana Santa cachiceña. Y la comunidad la cuida como un tesoro, porque no es solo una imagen: es un símbolo de lucha, de fe, de humildad… y de esperanza.
“A sus 81 años de edad, don Bernardo Ramírez aún se dedica a la creación y restauración de arte sacro. Fue profesor de Música del San Luis Gonzaga y organista en diferentes iglesias”, explica en una nota el semanario Eco Católico.