Si la universidad en la que estudiaron, si es que fueron a alguna, quisiera limpiar su imagen debería quitarles el título. La otra posibilidad sería que el título lo sacaron de una caja de cereal.
Solo así podría entender, para no ser mal pensado, que ocho funcionarios del Área de Estadística en Salud de la Caja, entre el 2019 y el 2020 hicieran un sesudo estudio para crear un costoso centro de llamadas en el que salió más caro el caldo que los huevos.
Estos cerebrazos, por ejemplo, calcularon el salario de cada uno de los 128 trabajadores que atenderían las llamadas en ¢51 mil mensuales. Ni los trabajadores informales, a los que la Caja tiene en la mira, ganan eso.
Para ese tipo de trabajo, el salario real, no inventado como lo hizo ese súper equipo, es de ¢466.650 por mes.
Según los cálculos de nuestros “Einstein”, la CCSS tendría ahorros al asumir el call center y calcularon que en el primer año de operación los salarios de esos empleados costarían ¢79 millones. Cuando el dato correcto es ¢716,7 millones.
En solo salarios se fueron ¢196 millones más que cuando el servicio, en el 2020, todavía lo daba una empresa privada a la le pagaron ¢520 millones y atendía al público de 14 a 24 horas diarias. Al asumirlo la Caja el servicio solo se da en horas de oficina.
Para sacarla del estadio, Mario Ruiz, gerente médico, dijo que desconocía esas pifias aunque recibió el estudio desde el 2020 y se enteró de ellas hasta que La Nación se las restregó el 21 de mayo de este año.
Y por esas cosas de la vida, la Caja concretó en tiempo récord una licitación por ¢400 millones a favor de la empresa que le otorgó las licencias informáticas del centro de llamadas...