Dos Pinos sacó un helado de Pinito que se volvió tendencia porque, fue tal la locura cuando salió, que a muchas personas les está costando mucho conseguirlo.
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Yo era uno de esos que creía que aquello era un mito, porque oía hablar del producto, pero por más que lo buscaba en los supermercados, no lo veía.
Hasta que este viernes en la noche fui con mi pareja a hacer unas compras y mientras esperaba en la caja para pagar, mi novia llegó con su mano levantada y en ella traía dos paletas verdes. ¡Bingo, las había encontrado!
No lo quise abrir de inmediato. Me había costado tanto tenerlo entre mis manos que sentía que iba a ser un pecado que se acabara ya. Así que lo guardé para después de cenar; iba a ser el postre perfecto, pero, ¿lo fue?
Antes de contarle mi experiencia con el primer mordisco, debo hacer una aclaración y es que la Dos Pinos no me pagó un solo colón por lo que voy a decir.
Empecemos por el empaque, es lindísimo porque es idéntico al del paquete de la leche Pinito, con ese verde metálico tan familiar.
Busqué por todo el envoltorio temiendo que dijera “edición limitada” o “edición especial” y gracias a Dios no lo hallé, o sea, hay esperanza de que el famoso helado haya llegado para quedarse.
Ahora sí, ¿es rico el helado Pinito?
Abrí el paquete, saqué la paleta y cuando le pegué el primer mordisco fue como que me pegaran un golpe de nostalgia en el paladar.
Fue evocar mis tiempos de carajillo, cuando me servía un vaso de leche pinito y me la comía sola, a secas y a escondidas de mi mamá, porque no era para gastarla así.
La paleta tiene una cobertura como de chocolate blanco que es deliciosa, el helado es supercremoso, ¡pero demasiado cremoso!
Conforme uno va mordiendo el condenado helado va sabiendo más rico, porque, obviamente, más adentro trae pinito en polvo y ese mordisco es brutal. Parecido a cuando uno se topa la leche en polvo en un granizado.
Ya cuando uno va llegando al centro del corazón de la paleta, se topa con un poco de caramelo que, aunque para mí sobra, tampoco desentona.
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Fue tal la experiencia de sabor que experimenté, que tuve que ponerle pausa a la nueva serie de Juan Gabriel que estábamos viendo en Netflix, porque del bullón que estábamos haciendo en puros “uuummm”, no estábamos prestando atención.
Así que, a estas alturas solo tengo una cosa que decirle a la Dos Pinos y es: ¡muchas gracias! porque el helado es riquísimo, sabrosísimo, jamás me iba a imaginar que fuera tan, pero tan delicioso.
Obviamente, para gustos los colores, pero a mí me dieron por dónde era, porque soy amante del chocolate blanco, la leche Pinito siempre me encantó y la cremosidad en serio es espectacular.
Puntuación para el helado Pinito
Un 15 de 10. Me quito el sombrero con la Dos Pinos porque, además de sacar un productazo que en serio es muy bueno, apuntó a algo que nunca falla: la nostalgia.
Me arrepiento de no haberme comprado más, para tener en la casa, pero también soy consicente de que, de haberlo hecho, hubiese dejado a más de un antojado sin la oportunidad de conseguirlo en momentos de escases.
Repito, para que quede muy claro, la Dos Pinos no me pagó un cinco por esta columna de opinión, pero si quisieran hacerlo, no lo aceptaría, a menos de que la transacción sean unas cuantas paletas de helado Pinito, mi favorito por mucho a partir de ahora. Las pueden mandar a la redacción para compartirlas con mis compañeros.
La historia de la leche Pinito
La historia de la leche Pinito está profundamente ligada a la evolución de la Cooperativa Dos Pinos, fundada en 1947 por 25 productores lecheros costarricenses que soñaban con fortalecer el sector lácteo y promover el bienestar de sus comunidades. Lo que comenzó como un esfuerzo solidario se transformó en una de las cooperativas más importantes de América Latina, con más de mil asociados productores y miles de colaboradores en toda la región.
El nacimiento de Pinito ocurrió en 1960, cuando Dos Pinos instaló su segunda planta de leche en polvo, un paso decisivo que marcó el inicio de uno de sus productos más icónicos. Desde entonces, Pinito se convirtió en un símbolo de nutrición y confianza, presente en la mesa de millones de familias costarricenses y centroamericanas. Su sabor y practicidad la posicionaron como un producto esencial, especialmente en hogares que valoran la calidad y el sabor de siempre.
Décadas después, la cooperativa continuó fortaleciendo la producción de leche en polvo Pinito. En 2013, se modernizó y amplió la planta de San Carlos, permitiendo una mayor capacidad de procesamiento y estándares de calidad más altos. Gracias a esa innovación constante, Pinito mantiene su prestigio como una marca tradicional que ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos sin perder su esencia.



