El carisma y la sensibilidad del padre Jean Paul Betancourt Abrahams quedan en evidencia desde que la gente lo empieza a conocer.
Este sacerdote salesiano es un joven alegre, al que le gusta bailar salsa, hacer zumba y cantar para demostrar su espíritu alegre, pero también lo llena de satisfacción poder escuchar y ayudar a todo aquel que lo necesite.
Este alegre padre nos atendió en el Centro Santo Domingo Savio en Cartago y nos compartió un poquito sobre su vida y cómo Dios lo ha guiado y le ha puesto ángeles en su camino para apoyarlo.
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El padre “JeanPa” es oriundo de Desamparados, hijo de padre panameño (José Betancourt) y madre cartaginesa (Ruth Abrahams), quienes nunca fueron católicos, pero sí creyentes por lo que le hicieron el bautismo siendo un bebé, algo que según el padre marcó su camino en esta vida sacerdotal.
Por eso, en su oficina mantiene una foto de ese momento que para él, fue el inicio de todo.
Es el mayor de tres hermanos, ya que tiene 36 años, mientras que su hermana Desiré 35 y su hermano Lorenzo 24.
“Fui un niño muy feliz, pese a las limitaciones. Tuve cuatro tíos maravillosos y somos una familia muy unida aunque en temas de fe y religión fue complejo porque mi mamá nunca hizo la primera comunión y mi papá aunque fue bautizado, siempre se crio dentro de un culto evangélico”, explicó el sacerdote.
Pero su vocación estaba marcada, ya que para su nacimiento, una pareja de misioneros, Jaqueline y Gary (no dio los apellidos), hicieron contacto con sus tíos y su madre en Desamparados y decidieron que lo bautizaran por la Iglesia católica, a pesar de que sus padrinos eran luteranos y sus padres evangélicos.
Formación católica
Su tía Milena fue su catequista y acudió a la escuela católica Virgen María del Milagro donde propició un ambiente de fe para él y su hermana.
“El ambiente de la iglesia que yo conocí desde pequeñito era muy alegre y bonito. Acostumbraba acompañar a mi papá a la iglesia y luego en la tarde me iba para la misa, mis papás nunca me lo impidieron”, recordó Betancourt.
Desde niño aprendió a tocar la guitarra y componer canciones y tuvo amistad, porque eran sus vecinos, con la familia Guzmán, fundadores de los grupos Gaviota y Senderos.
Se graduó en el Castella en pintura e ingresó a la UCR a la facultad de Bellas Artes, pero en el segundo año de la U, sus padres se separaron y tuvo momentos muy difíciles porque emocionalmente se perdió, pero los grupos salesianos lo sostuvieron y él decide ayudar a la familia en la parte económica.
Empezó a trabajar a los 19 años, como profesor de Artes Plásticas en el Colegio Salesiano de Zapote.
“Siempre he sido muy fiestero, de salir y compartir. Nunca me vi como sacerdote, pero sí trabajando con los jóvenes”, contó el padre.
Cuando se decidió a prepararse como sacerdote, surgió otro reto, ¿cómo decirle a su mamá que se iría a Guatemala y ya no podría seguir colaborando con el hogar?
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“Mi familia me había apoyado mucho y ellos sentían que yo les estaba dando la espalda cuando decidí ordenarme. Lo más difícil para mí fue dejar a mi hermano porque tenía solo 8 años y ya nos había abandonado mi papá”, confesó el sacerdote.
Pese a todo, encontró una familia en la congregación salesiana y ellos le ayudaron a sanar, a aceptarse como era y por eso está muy agradecido con ellos.