Esta es una linda historia de amor y es perfecta porque tiene final feliz, un final cargado de alegría, abrazos, el calor de un hogar y ladridos de pura contentera.
Vamos a hablarles de Abelito González, un perro mixto (zaguate de pura cepa como dicen los ticos). Un alma peluda que no vivía, sobrevivía sin techo, sin plato y sin más abrigo que la ternura y compasión ajena.
Lo suyo era el hambre, hacer caras y mover la colita. La calle como condena y como cuna, donde la vida se le deshacía en las costillas aunque, eso sí, siempre fue de esos perros que le caen bien a todo el mundo, incluso a los que no tienen amor por las mascotas.
La historia tiene dos protagonistas, uno precisamente fue quien nos contó este lindo cuento, don Rogelio González Aguilar, quien tiene 50 años y es panameño, pero pasa casi que todo el día del lado tico por eso se tiene en su corazón un sentimiento muy pura vida.
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Este relato no inició hace pocas semanas, al contrario, arrancó hace más de 40 años cuando don Rogelio era un niño y soñaba con tener un perrito, pero en la casa no lo dejaban porque no había espacio, y así fue como le nació un anhelo que no se le quitó nunca: el de un amigo peludo.
Al llegar todos los días a trabajar a la aduana de Costa Rica y Panamá notó que había un amiguito de cuatro patas que siempre le movía la cola a todo el mundo, esperando un bocado para saciar su hambre acumulada. Fue entonces cuando a Rogelio se le despertó aquel sueño de tener una mascota y vio la oportunidad de cumplirla.
“Me di cuenta que el perrito necesitaba agua y comida por eso cada vez que podía le ponía su tarrito de agua y le daba alimento o algo de comer, la cosa era que no pasara 24 horas sin comer. Yo amo a los animales”, contó, mientras se le iluminaban los ojos.
“Me pasa también que si veo gente que tiene animalitos y no los cuida como se debe, paso a esas casas y les doy de comer a esos animalitos porque me parte el alma que sufran de hambre o de malos tratos; también ayudo con medicamentos”, reconoció don Rogelio.
Adoptó al perrito
Este amante de los peluditos solo ha tenido un trabajo en su vida y es con Tica Bus, a quienes considera también su familia; ayudando en los trámites aduaneros de los pasajeros que pasan a Panamá y los que vienen a Costa Rica
“El perrito era indigente porque, digamos, acompañaba a un señor que vivía en la calle, pero él casi nunca lo alimentaba. A mí me encantó desde la primera vez que lo vi porque a pesar de ser un perrito de la calle siempre andaba muy feliz, así se estuviera muriendo de hambre”.
“Como era, prácticamente un perro de nadie, la gente le decía chuleta, carne frita, en fin, de todo le decían, pero a mí me nació comenzar a decirle Abelito y él se identificó mucho conmigo, hasta que decidí adoptarlo”, recordó.
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A partir de la adopción don Rogelio y Abelito son amigos inseparables, tanto así que de inmediato el perrito no solo coniguió hogar, sino un trabajo.
Fue “contratado” para que fuese, al igual que don Rogelio “agente de aduanas” y eso nos lo confirmó Mario Pérez, gerente comercial y operativo de Tica Bus.
Entre maletas y caricias
Si usted visita la estación fronteriza de Tica Bus en Paso Canoas, podrá ver entre maletas, pasaportes y trámites migratorios a una alegría negrita con un rabo, el cual lo abanica a todos los turistas y viajeros. Ya no solo tiene nombre, también apellido: Abelito González.
Ahora papá humano y perrito viven juntos y comparten sus días dentro y fuera de la estación de autobuses. Abelito acompaña a Rogelio a todos lados, se ha convertido en un excelente “agente aduanero”. Don Rogelio asegura que en todos los lugares lo reciben bien y lo quieren.
¿Cuál es el principal trabajo de Abelito González? Nos explica don Rogelio que “la principal labor del perrito es subir a los buses de Tica Bus para que los pasajeros lo llenen de caricias y le den mucho amor.
“También “se encarga” junto conmigo de ayudar en cuanto trámite migratorio se necesite. Como hay trámites que duran su tiempo entonces Abelito se encarga de acompañar y alegrarles el rato a los pasajeros”.
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Un perro que desestresa
Quienes llegan a la estación fronteriza lo hacen con muchas horas viajando en bus y es normal que tengan cansancio o estrés y es ahí donde Abelito se convierte en esa alegría que estaban necesitando para poder hacer sus trámites y continuar el viaje.
“Le cuento que ya hay gente que por algún motivo hace varios viajes en mismo mes y como ya conoce a Abelito pues de una vez se pone a buscarlo para darle sus buenas caricias, así como recibir cariño de este “agente” que siempre anda alegre y juguetón. La gente lo alza, lo abraza y hasta algunos me dicen que se lo quieren llevar”, asegura don Rogelio.
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Y ¿vivieron felices para siempre? “Claro. Abelito pasó a ser un González más. En la casa lo amamos, tiene su comidita segura y su techo para que duerma calentito. Es muy querido y así será para siempre, además, como tiene trabajito se gana su comidita”, prometió.