Don Juan Ramón Solís se declara un liberacionista de esos de hueso colorado y su pasión por el partido y por su candidato casi lo llevan a darle un golpe al diputado Ronny Monge.
Resulta que Solís, vestido con un jeans azul, una camisa tipo polo blanca y un chonete color verde, llegó con su humilde carrito de cajón al balcón verde de Liberación Nacional, en La Sabana, para dejar algunas papeletas que tenían que contar para declarar al ganador entre Antonio Álvarez Desanti y José María Figueres.
Sin embargo, cuando don Ronny parqueó la nave en la entrada, a eso de las 10:30 a. m. de ayer lunes, un comentario de Monge le subió el Solís al techo.
Solís alegó que Monge le reclamó que por qué andaba en su carro una calcomanía de José María Figueres y eso fue como haberle mentado la madre al señor.
Don Ronny se puso como un demonio y comenzó a gritarle a Monge de todo como por 10 minutos, sin exagerar.
"Yo tengo años de ser liberacionista y a mi nadie tiene por qué decirme por qué apoyo a quién. Yo he trabajado para este partido de gratis toda mi vida, incluso esta gasolina que usé para traer esto nadie me la pagó", gritó Solís en la entrada del edificio liberacionista.
Fue tal la malacrianza que cuando Solís se le arrimó mucho a Monge, el liberacionista lo que hizo fue, con cara de asustado, irse para dentro del edificio por si las moscas, pues el señor estaba que le dejaba ir un manazo.
"Soy figuerista y sigo siendo figuerista, por eso estamos aquí, no se acuerda", retaba el señor al diputado.
El colaborador sacó pecho y dijo que a pesar de tener que ver por sus siete hijos y su esposa, él nunca le ha fallado a su querido partido.
"Desde que tenía 14 años ayudo al partido, y qué lástima que le di el voto a usted (Monge) porque de nada me sirvió. Desde que estaba Luis Alberto Monge trabajo para Liberación de gratis, por amor al pueblo", añadió bien chiva el señor.
Don Ronny, quien no quiso brindar mayor detalle de su vida personal, terminó de bajar los paquetes todo encanfinado, haciendo berrinche y tirando las bolsas en el suelo.
"¡Viva don Pepe!", gritaba cada cierto tiempo el señor para carboneárse solo y seguir con las papeletas.
Intentamos hablar con don Ronny Monge a cerca del bochornoso espectáculo, pero no lo volvimos a ver una vez que se metió al edificio.