Quizá usted recuerde el nombre de Cebollín, el perrito de Gabriel, el hijo del expresidente Carlos Alvarado.
En el 2021, en La Teja sacamos una entrevista con Gabriel contando que el peludito se encargaba de romper la rutina en Casa Presidencial porque iba a cada rato.
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El perro presidencial de aquel momento era un salchicha muy tierno, cariñoso, pero a la vez tremendo, cuando se ponía a correr no había quién lo alcanzara.
Luego de que Carlos Alvarado, su esposa Claudia Dobles y Gabriel, se fueron a vivir a Estados Unidos, no volvimos a saber nada de Cebollín, pero recientemente nos enteramos de algo muy triste.
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La que dio la noticia fue la exprimera dama.
“Hace más de un año perdimos a Cebollín, nuestro perro, Gabriel, Carlos y yo sabíamos que no podíamos reemplazar a Cebo y no estábamos listos para tener otro perro. Después de un tiempo, Gabriel descubrió a los hurones, esta especie doméstica pertenece a los mustélidos, de la cual proviene Turi, nuestra nueva integrante de la familia.
“Ella es divertida, cariñosa, y, sobre todo, muy dormilona. Es una versión mascota de la marta o martilla costarricense. Nos hace felices; Cebollín es irremplazable, pero Turi también lo es”, escribió en redes.
Dobles no entró en detalles sobre cómo fue que Cebollín se fue de sus vidas, pero sí dejó en claro que les hace mucha falta.
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El lindo salchilla llegó a la vida de la familia Alvarado Dobles en el 2020, en plena pandemia, y fue una gran compañía para Gabriel en esos tiempos en los que había que estar encerrado en la casa para evitar contagios del covid-19.
En aquella oportunidad el pequeño nos contó que él había pedido a Cebollín con mucha ilusión y que era su primer perrito.
La costó mucho convencer a sus papás de tener un perro, sobre todo a Alvarado, ya que el expresidente decía que no tenían el tiempo suficiente para cuidar un perro, pero al final lograron acomodarse para tener la mascota que Gabriel tanto quería.
Dobles también nos había dicho que, pese a que Gabriel tenía solo ocho años, era un dueño responsable y cada vez que el peludito hacía alguna gracia donde no debía, la recogía sin entrar en reclamos. Además, ayudaba a bañarlo y lo sacaba a pasear todos los días.