Nacional

Puriscaleña tarda hasta 200 horas en el arte de las carretas típicas

Dayana asegura que el amor por esta profesión se trae en la sangre

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Dayana Marín Sandí tiene 29 años y desde hace ocho se lanzó al agua a decorar las carretas que construye con su esposo en el taller Cambronero Marín, propiedad de ambos y ubicado en Guayabo de Puriscal.

Dayana Marín se lanzó al agua con la pintada de carretas y poco a poco ha ido mejorando. Foto: Cortesía (Cortesía)

Aunque ella había visto a sus tíos pintar carretas cuando desde que era niña, nunca se animó a hacerlo, pero cuando se casó le dio vueltas al “disco duro” para ayudarle a su esposo en el tallercito donde fabrican, restauran y pintan carretas. Hasta las ruedas, que tienen su ciencia, hacen.

“Fue mientras estaba embarazada de mi hija Cristal Cambronero que comencé a pintar. Vengo de una familia de boyeros, mi abuelo Roberto Sandí Fernández tenía un taller en San Antonio de Escazú. Mi tío Roberto Sandí también pinta y hace carreras, una tía fue la que comenzó pintando con él y nosotros veíamos cuando estábamos más pequeños. Nos ponían a hacer lo más pequeño, para que no nos fuéramos a jalar una torta”, recordó Dayana.

En Guayabo de Puriscal conoció a Edgar Cambronero, quien actualmente es su esposo, con el que se fue a vivir a esa hermosa zona del país.

“Mi esposo es boyero, carpintero, hace carretas y yugos. Su hermana era la que le pintaba, pero como es asmática el olor la afectaba y dejó de hacerlo. Él fue el que me dijo que por qué no le ayudaba, le puse peros al inicio, porque tenía mucho tiempo de no hacerlo y no me habían enseñado a hacer el dibujo, pero ¡diay! me tocó acordarme de lo que vi y empecé a hacerme los moldes míos y así empecé a hacer los dibujitos, al principio no me quedaban muy bonitos y poco a poco he mejorado y cambiado colores”, dice la joven artista.

Los yugos también son decorados por la joven puriscaleña. Foto: Cortesía (Cortesía)

El toque

Aunque para algunos podría ser una labor sencilla, el decorar carretas tiene su toque, por lo que Dayana nos contó, muy amablemente, los bolados que aprendió.

“La madera es mejor trabajarla pura, sin barnices de ningún tipo. Lo recomendable es que todas las pinturas que use sean de la misma marca. Al principio, cuando no sabía, hice la carreta de nosotros pintando la base con una marca y el resto con otra y con el tiempo se levanta la pintura”, explicó Dayana.

Ella prefiere las de secado rápido por ser de buena calidad y los colores, dependiendo de los que necesite, debe pagarlos a hacer.

Asegura que las bases de los yugos son las más lerdas de hacer porque, por ejemplo, si se las piden rojas, el color que ella usa es muy vivo y bonito, pero para lograrlo requiere de unas cuatro capas y eso le toma unos dos días para que sequen bien entre una y otra y ya una vez seca, poder empezar a hacer los dibujos.

Terminar la carreta completa le toma 200 horas a Dayana, pero por las labores domésticas no son consecutivas. Foto: Cortesía (Cortesía)

“A mí me gusta trabajar con moldes para que no me queden muy disparejos los diseños, empiezo a marcar los yugos con los dibujos, ya estos los puedo terminar en cinco o seis horas, el problema es que como soy ama de casa tengo que sacar el ratito para hacer de todo y me lleva todo el día”, contó la joven puriscaleña.

En el caso de las carretas, como son más grandes, llevan más horas de trabajo, aproximadamente 200 horas para hacer bien detalladas las ruedas, el eje y el timón, al que le puede hacer más de 30 flores por los dos lados.

Va para arriba

Como es costumbre en las familias con pasión por esta actividad, en la de Dayana ya están preparando a la nueva boyerita que va para arriba.

“Mi hija nació el ocho de octubre y con un mes de nacida ya andaba conmigo en el desfile nacional, casi ni la cuarentena hice, allá me fui. Hace poco vendimos la yuntita y ahora tiene una pequeñita, y a ella le encanta, salió igual a sus padres”, recordó Dayana.

Para que sea más fácil enseñarle a la niña, la entrena con los bueyes chiquiticos para que se acostumbren a ella.

Cristal, con tan solo siete años, los peina, les da de comer y los calma. Igual, ya hasta pintó su primer cuadrito y dice que quiere seguir los pasos de su madre.

Le gusta también pintar el timón de la carreta (palo largo), lo que lleva 30 flores por cada lado. Foto: Cortesía (Cortesía)

Dayana considera que ese amor se lleva en la sangre, aunque por supuesto existen excepciones ya que a su mamá no le gusta.

“Si me pierdo un desfile es porque de verdad. Es bonito compartir y volver a ver a los amigos. Vacilar, ver las nuevas yuntas. Ese es el paseo de uno a Cartago, San José, Atenas, Acosta, Escazú y Santa Ana”, agregó.

Un buen yugo se hace con madera de mango por ser mechudito, mientras que la carreta se hace con cedro o laurel porque son muy resistentes.

Su hija Cristel quiere seguir sus pasos en la decoración. Foto: Cortesía (Cortesía)

Don Roberto (el abuelo) se fue a vivir a Guayabo de Puriscal, donde falleció hace nueve años, pero dejó una gran herencia de boyeros en Escazú, principalmente.

Karen Fernández

Karen Fernández

Periodista con una licenciatura en Producción de Medios. Forma parte del equipo de Nuestro Tema y tengo experiencia en la cobertura de noticias de espectáculos, religiosos, salud, deportes y nacionales. Trabajo en Grupo Nacion desde el 2011.

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