Hace poco más de un mes decidí comenzar un tratamiento de ortodoncia para mejorar mi sonrisa, pensando que solo necesitaba corregir los dientes inferiores, sin imaginar que tendría que abordar otros problemas también.
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Durante la consulta, la ortodoncista notó que no solo mis dientes estaban algo “doblados”, sino que tenía un mal hábito: cuando mi lengua estaba en reposo, no la colocaba en el paladar, sino más abajo, empujando los dientes hacia adelante.
Fue en ese momento cuando me sugirió utilizar una pieza llamada trampa lingual. Me pareció bien, así que, apenas pude, me fui a tomar las medidas para la pieza.
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Estuve varias semanas con los frenillos solo en la parte superior, y cuando la pieza estuvo lista, me la colocaron, exactamente el miércoles 14 de mayo.
A partir de ahí comenzó mi pesadilla. La trampa me dificultó hablar con claridad, comer, lavarme los dientes, usar el hilo dental y hasta tragar como antes.
Con esto me di cuenta de que todo lo hacía de forma incorrecta, así que este proceso se convirtió en una especie de aprendizaje desde cero. Gracias a la trampa, me di cuenta de lo mucho que empujaba la lengua de manera innecesaria.
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La lengua es un músculo tan fuerte que si no cambiaba ese hábito, mis dientes nunca se alinearían correctamente. Durante los primeros días, la lengua sufre mucho por la presencia de algo que no está acostumbrada a tener.
He escuchado que algunas personas usan algo similar, pero que es temporal o se puede retirar, pero en mi caso, no es así, y eso ha complicado mi día a día, especialmente en mi trabajo como periodista.
Por mi profesión tengo que comunicarme constantemente, tanto por llamadas como de manera presencial, y además, grabo videos para el periódico. De hecho, el pasado viernes intenté grabar y no pude, a pesar de que lo intentamos varias veces, no se me entendía bien.
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Actualmente, cuando llamo a alguien para hacer una entrevista, le explico que estoy pasando por un proceso dental, ya que podrían pensar que estoy hablando de forma intencional o que la llamada no es seria. Afortunadamente, hasta ahora la gente ha sido muy comprensiva.
Lo más frustrante de todo esto es la impotencia porque las palabras no me salen como deberían, me toma alrededor de una hora comer, y hasta mi dieta ha tenido que cambiar. He dejado de comer arroz porque las partículas pequeñas tienden a quedarse atrapadas en la pieza y aún así como muy despacio.
Ahora que ya pasó una semana, la lengua ya no me duele tanto y poco a poco me voy acostumbrando y lo que más agradezco es que he podido dormir sin molestias y me motiva pensar que, con el tiempo, podré hacer todo correctamente.
Conforme pasan los días, siento que he ido mejorando mi pronunciación, aunque todavía me cuesta pronunciar algunas letras como la S o la R, así como sílabas de tres letras como “Tra” o “Pra”, entre otras. Las personas con las que interactúo me han comentado que ya me entienden mucho mejor.
Esta situación me desesperó tanto que busqué videos en redes sociales para seguir consejos, pero todos terminaban en lo mismo: acostumbrarse porque no hay algún truco mágico y es que no hay de otra.
Este proceso es difícil y bastante lento, pero la única alternativa es tener paciencia y aprender todo desde cero. Para aquellos que están pasando por lo mismo, les doy un consejo: tengan paciencia, no se desesperen y lleven todo con calma. Al final, todo esto traerá buenos resultados.