El presbítero David Eduardo Solano Chaves, sociólogo y sacerdote, master por la UCR, y Delegado Episcopal de Pastoral Social, analiza la popular serie, el Juego del Calamar.
Está camino a convertirse en la serie más vista en Netflix, es una producción coreana, que en su primera temporada ha atraído una gran audiencia de las más diversas edades.
Ante la inquietud de varios amigos, pues muchos niños y niñas la han visto y la están viendo, me dispuse a verla y lo que sigue son algunas apreciaciones, que quizás disten bastante de algunos sitios de internet “confesionales” que hablan de “demoniaca”, “diabólica” y violenta…
Si fuese así, ¿por qué verla?
Algunas apreciaciones para verla.
El juego ¿qué sentido tiene? Toda la serie está jalonada, de principio a fin, por la idea del “juego”, e incluso se desarrolla entre 5 juegos infantiles tradicionales… ya cabe cuestionarse ¿cuál es el sentido de jugar?
En la infancia los juegos como jalar la cuerda y bolinchas (canicas) se empleaban para divertirse, recrearse… la serie aborda ese tema, pero enfocándolo ya no solo en la época infantil sino en toda la vida social: ¿el juego de la vida social, como ella es y no como la imaginamos, nos divierte, te divierte?
Por la trama de la serie pareciera que la diversión debe ser motivada por la lógica del esfuerzo personal que aprovecha las oportunidades para los individuos a fin de ser triunfador: no importa si sos jugador numerado o VIP que juega…
¿Cómo vivir o cómo morir? Los juegos tienen una consecuencia, te eliminan, muriendo, por eso al reducirse el número de jugadores aumenta el botín…
Los seleccionados para jugar son personas con deudas enormes (¿acaso no estamos en esa misma condición muchos de nosotros?), y se les ofrece una oportunidad jugándose la vida para buscar una mejora sustancial de la existencia… Me pregunto ¿no es así nuestra vida cotidiana, una lucha individual por triunfar muchas veces a precio de la vida misma, o al menos de aquello y aquellos que apreciamos en la vida: padres, familia, salud, amigos…?
Y entonces surge la inquietud de ¿cómo vivir? Compitiendo cotidianamente para luego vernos en el sin sentido del juego de la vida, o cooperando para alcanzar mejores condiciones de existencia recuperando la diversión del juego… al fin y al cabo, la vida de los menos desfavorecidos de este tipo de vida y la de los más favorecidos (los VIP´s) coinciden en la desazón y el vacío existencial: unos por poseer más y otros por cansarse de acaparar…
La muerte atraviesa todos los capítulos de la serie: es así como se eliminan los jugadores, los incómodos al ordenamiento establecido o el anfitrión del juego… y entonces cabe preguntarse: ¿cómo morir? Luchando por ganar (el sustento diario para sobrevivir, o el exceso para acumular); o sin nada más que uno mismo por creer que estamos ganando… cuando en realidad lo perdíamos todo… de ahí que la serie nos lleva al siguiente punto.
Un reflejo de la vida en el tipo de sociedad dominante. En los nueve episodios de esta primera temporada (¿habrá otras?) se abordan distintos elementos de la vida social dominante: la búsqueda del éxito como sinónimo de felicidad, las lógicas de competición que eliminan a los otros que se convierten en enemigos, la búsqueda del dinero (¿o podría ser con mayúscula “Dinero” pues se ha convertido en un ente sagrado?) a toda costa.
Se acusa a la serie de ser violenta: ¿no es así nuestra vida en sociedad? Solamente que a veces no nos damos cuenta o no queremos enterarnos: con violencia real o simbólica estamos acabando unos con otros, dañando nuestra vida, nuestros vínculos, nuestras redes familiares y sociales porque interesa el individuo, deteriorando el nosotros y el sentido de comunidad… sobreviven los individuos, aunque temporalmente se unan, se engañen, se ayuden a sobrevivir, solo puede haber ganadores…¿Quiénes son estos? Los jugadores o los VIP´s que están detrás del juego, jugando su propio torneo con vos como una ficha…¿te das cuenta que todos somos “el caballo por el que otro apuesta en el hipódromo de la vida?” Mejor aún, ¿quién apuesta por vos?
Un impulso desde la industria cultural para “transformar(se)”. La serie en su conjunto deja ver que hay posibilidades de escapar del juego de la vida social resistiéndose a las estrategias de poder y a la lucha por el mismo que domina el escenario social.
Esas posibilidades pasan por la transformación personal: “¡somos humanos no caballos!; es aquí donde cabe preguntarse si soy consciente que puedo ser actor de cambio junto con otros seres humanos que también lo descubren. La serie es una crítica fuerte a la sociedad coreana ¿y global? Que ha hecho de la ideología mercantil un credo religioso para impulsar la acumulación de bienestar material.
No en vano Corea del Sur es considerado un “tigre asiático” que en poco tiempo se convirtió, junto con otros países del sudeste asiático en modelos de “desarrollo”. Pero cabe preguntarse: ¿es ese el “desarrollo” que queremos? O es necesario encontrar otro camino… la violencia, la muerte, lo sangriento… la tasa de suicidios incrementándose parecen indicar que la ruta está errada… pero ¿seremos capaces de buscar otros caminos, caminando juntos, viviendo juntos, pensando juntos, compartiendo y tejiendo relaciones humanas significativas y no meramente utilitaristas?