Juan Manuel Arias, en diciembre del 2024, se convirtió en el sacerdote más joven de Costa Rica. Con tan solo 27 años, Juancho, como le dicen de cariño, asumió un reto enorme llevando la palabra del Señor a todos los costarricenses, en especial a los jóvenes.
En su momento, en La Teja, conversamos con él sobre sus aspiraciones y retos que tenía en frente. Puede leer esa entrevista dando clic en este enlace, pero, ya han pasado más de 6 meses desde ese momento y queríamos ponernos al día con él.
Y no llevamos la sorpresa de que Juan Ma había recibido un golpe durísimo, al poco tiempo de ser asignado a la parroquia de Santo Cristo Esquipulas, en Alajuelita.
“Mi hermano José y su esposa, Sofía, estaban esperando a una chiquita, mi primera sobrina, María Pía.
“Era de las cosillas que yo más le pedí a Dios, ¡porque qué bonito ser tío! Uno se ilusiona y ve cositas en Amazon para traerle y así, pero con el paso del tiempo, María Pía se fue enfermando y teníamos un sustillo en el corazón.
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“A mí me ordenaron el 7 de diciembre y el 17, me llamó mi hermano y supe que había algo malo con ella. Me dijo que había una situación con los cromosomas y que, por el tipo de enfermedad, no era compatible con la vida”, nos contó con dolor.
“Eso me partió el alma”.
El golpe fue tan duro que Juan Ma se resintió un poco con Dios.
“Estaba en la casa cural y me quedé viendo una imagen de Cristo en la pared y empecé a llorar. Aunque uno es sacerdote, no es de palo, y le decía: ‘Señor, usted ya hizo el milagro una vez, hágalo otra vez. Nada le cuesta, es una bebita’”, recordó.
El tiempo pasó, a Juan Ma le tocó hacer un bautizo de emergencia y, el 3 enero, le llegó la llamada.
Dolor
“Me llamó mi hermano, me dijo que andaban en un ultrasonido y que ya María Pía había fallecido. Me quedé en blanco.
“Uno de los momentos que más me gustan de la misa, es cuando uno eleva el pan, el cuerpo de Cristo. Ese día me tocaba dar la misa, tenía todas las noticias en el corazón y en lo que subí el pan, le quité la mirada a Jesús.
“Y yo decía: ‘Señor, perdón, pero ahorita no lo quiero ver’. Espiritualmente, fue un choque y decía: ‘pucha, es que nada le costaba’”, admitió.
Al día siguiente, el 4 de enero, una vez más lo llamaron para decirle que María Pía había nacido y fue un golpe enorme para Juancho.
“Yo soy el único de la familia que la conoció. Nació muy bonita. En la familia tenemos un huequito en la barbilla y nació con ese huequillo. Los 11 minutos que la tuve en mis brazos fueron los más felices de mi vida”, recordó con cariño.
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Tras el funeral, siguió con un nudo en el corazón, pero, poco a poco, y de la mano de Dios y de su comunidad, logró seguir adelante. Eso sí, nos dejó claro que, si bien fue un momento muy difícil espiritualmente, nunca dejó de creer en Dios.
“Recuerdo mucho un pasaje en el Evangelio de Juan, cuando se muere Lázaro, que sale Marta, su hermana, y no le dice buenos días a Jesús, le hace un reclamo: si usted hubiera estado aquí, no hubiera muerto mi hermano.
“Entonces me tocó aprender a vivir ese momento y ese dolor con Jesús.
“Creer en Jesús no me quita el dolor, ni que se me haga un puño de lágrimas, pero sí ayuda a vivir el dolor de una manera distinta”, confesó.
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