Antes de que la Sele saliera para Rusia, Keylor Navas estaba tan lleno de fe que se dejó decir "he tenido la oportunidad de ganar prácticamente todo, pero no he ganado un Mundial”.
Está claro que eso no pasará, pero no quita que nuestro país tenga ya una Copa del Mundo y en el puro centro de la capital. Ningún grupo de seleccionados tuvo que sudar para ganarla y los fiebres con deseos de verla solo deben darse una vuelta por la casa de empeños La Cueva que está 200 metros al sur del parque La Merced. Ahí la tienen expuesta y llama mucho la atención.
En el local hay un rinconcito mundialista cuyo responsable es Norman Moya, gerente del lugar, y quien cada cuatro años pone a la vista esta gemela de la copa real para inyectarles ambiente mundialista los aficionados que los visitan.
El trofeo comparte el campito con otros recuerdos que Norman ha ido acumulando de sus viajes a los mundiales de fútbol. Por ejemplo, ahí se encuentran las sonoras vuvuzelas de Sudáfrica 2010 y algunas bolas oficiales sin estrenar.
Así llegó...
Mientras preparaba su viaje a Rusia, donde anda ahora, Norman nos contó cómo llegó a la casa de empeños la Copa del Mundo, la segunda que "aterriza" en ese sitio.
Un día del 2010 llegó un señor con el objeto y lo empeñó porque andaba mal de plata, pero dejó de pagar los intereses y nunca más volvió, lo cual quiere decir que lo perdió.
Como Norman es un fiebrazo del fútbol le pagó a la empresa los ¢15.000 que cobraban por el trofeo y se lo dejó. Ahora esa copa le hace compañía a otra que le regaló a La Cueva el exárbitro Carlos Arrieta, quien les vende camisetas a los empleados del local. Esa primera lleva años en el local josefino.
Cuando no es tiempo de Mundial, Norman tiene la copa en su casa.
Como vemos esta versión criolla es muy distinta de la real que disputan las selecciones en Rusia. Aquella está hecha con 5 kilos de oro sólido de 18 quilates y tiene dos anillos de malaquita (piedra verde) que la hace valer unos $250.000, aproximadamente ¢140 millones.
Esa, la verdadera, fue la que estuvo en Costa Rica durante los primeros días de abril como parte de una gira que la llevó a los países clasificados al Mundial. Pocos tuvieron el chance de verla de cerca o de tocarla y entre ellos estuvo el entonces presidente Luis Guillermo Solís.
La de La Cueva es igual de buscada.
“Algunas personas se toman fotos con ella y cuando yo vuelva de Rusia tendré otros recuerdos que se sumarán al espacio para el Mundial del 2022”, adelantó don Norman.
Robos y enredos
Solo ocho países se han coronado campeones mundiales desde 1930, entre ellos Brasil, que ayer dejó en el camino a la Sele. Los demás son Alemania, Uruguay, Italia, Argentina, Francia, España e Inglaterra.
Los más optimistas, como Navas, sueñan con ver a Costa Rica la lista, pero con papeles como el que están haciendo en Rusia está difícil. Claro, soñar no cuesta nada.
La copita que tienen en La Cueva no cuenta con un solo quilate, pero su valor sentimental hace que la mantengan a la vista de todos, pero lejos de las manos de los amigos de lo ajeno. Nunca falta un aguafiestas.
Así se pretende evitar que se repita lo ocurrido en Italia en 1938, cuando se dijo que los nazis se la llevarían durante la invasión al país, así que un dirigente del fútbol debió esconder el trofeo ganado ese mismo año por los italianos cuando aún se llamaba Julles Rimet.
A los ingleses se las robaron en 1966 de un lugar donde la exhibían en Londres y eso puso a correr a la FIFA, que debió fabricar una réplica para el ganador del campeonato de aquel año, que fue Inglaterra.
Pero la historia tuvo un final feliz y la copa real la encontró, en el mismo 1966, un perro llamado Pickles. La réplica fue subastada en 1997.
La Julles Rimet se perdió para siempre en un robo que se dio en Río de Janeiro en 1983. Se la llevaron cuatro argentinos que la tomaron de donde la exhibían en la sede de la Confederación Brasileña de Fútbol. l último sobreviviente del robo del 83 contó que un coleccionista italiano les pagó $100 mil por el objeto.
Estaba en Brasil porque la FIFA se la había dado al país sudamericano para reconocerle haberla ganado tres veces. Para el Mundial de 1974, en Alemania, la FIFA mandó diseñar una nueva, la Copa del Mundo, que es la actual.
Los fiebres ticos ya van guardando sus camisetas rojas y se van olvidando de avanzar en Rusia, pero quienes gusten pueden sacar el ratico e ir a La Cueva a ver la copa. Es lo más cerca que estaremos de un trofeo tan deseado.