Gilbert Alvarado y Rándall Jiménez aman los animales, pero sin duda al que le guardan más cariño es a Tomate.
Ellos son los biólogos que redescubrieron la ranita que se creía extinta desde hace más de 30 años y a la que bautizaron con el nombre del fruto.
"Le pusimos así porque la persona que la descubrió dijo que tenía el vientre como un tomate, así que así se quedó", comentó Alvarado.
Gilbert es biólogo y veterinario y está sacando una maestría en la Universidad de Costa Rica, mientras que su colega se encuentra en Alemania cursando un doctorado en Salud Ecosistémica.
Alvarado contó que trabajan juntos desde el 2013 y que se conocieron gracias a la esposa de Jiménez, quien también es bióloga.
Desde ese entonces la pulsean juntos en un proyecto en el Parque del Agua, ubicado en las cercanías de Ciudad Quesada, en San Carlos. En ese mismo lugar donde trabajaban con la rana de ojos verdes (Vibicaria) lograron el descubrimiento más grande de sus carreras.
Grata casualidad
"Dicen que cuando uno busca las cosas no aparecen", tiró Alvarado y vaya que tenía razón, pues el hallazgo de la rana de vientre rojo fue "una grata casualidad" para Jiménez.
Los dos biólogos salieron la tarde noche del 19 de setiembre del 2016 a hacer un muestreo de las ranas de ojos verdes, aunque el panorama no era el más alentador.
"La noche estaba superdespejada, con luna llena y estrellada y no había llovido, eso para un turista puede ser perfecto, pero para nosotros que tenemos que trabajar es todo lo contrario", explicó Alvarado.
Sin embargo, a este par de cargas como que algo les dijo que salieran a pesar del mal pronóstico y vaya que les fue bien.
Ambos salieron de la casetilla de los guardaparques, donde llevaban dos noches alojados, y se metieron en el bosque a buscar entre las quebradas a eso de las 6 p. m. y ya para las 9 p. m. encontraron oro puro.
"Como a lo largo de la quebrada vi con mi foco de cabeza el brillo de un ojo, vi como en una cuevilla, debajo de una piedra, había que ser rápido, no me pareció una Vibicaria, pero eché el animal en la bolsa que trajo Gilbert porque estaba muy inquieta, como que saltaba mucho y se nos podía escapar, era como cafecita con coloración rojiza y nos volvimos a ver como diciendo: 'Esto es algo diferente que puede ser muy importante'", contó Jiménez.
Una vez con el animalito en la bolsa y un kilo de intriga en la cabeza salieron corriendo para la cabina a revisar lo que habían atrapado.
Una vez que se pusieron a buscar las características de la ranita en los archivos y vieron lo que creyeron tener no pudieron pegar los ojos toda la noche.
"Esa noche no dormimos, pasamos sentados en una silla viendo la pantalla con la rana al lado", recordó Alvarado.
Cuando esa rana se había visto en el país Alvarado tenía apenas cuatro años de nacido y Jiménez ni siquiera había llegado al mundo (tiene 30), por lo que ambos estaban inseguros de si lo que tenían en las manos era lo que les quitaba el sueño.
Por eso, a la mañana siguiente, a eso de las 5 a. m., se pusieron a hacerle las fotos que le dieron la vuelta al mundo por la trascendencia y se las enviaron a Federico Bolaños, herpetólogo de la UCR que, según ellos, es el de mayor experiencia en el país.
El mentor de los descubridores les dijo que le llevaran ese animal de una vez por lo que a las 7 a. m. estaban saliendo para San José.
Empacaron a la ranita en un frasco de plástico acondicionado con piedras adentro y envuelto en un bolso de tela, que lo llevaron abrazado como si se tratara de la vida misma de ellos.
Una vez en el laboratorio de Bolaños, el herpetólogo abrió el bolso y su reacción facial fue la que les adelantó lo que pensaban.
"Esto es un verdadero 'home run'", les comentó el señor.
"Además nos preguntó que qué creíamos que era y le dijimos que la escocés (rana de vientre rojo) y nos dijo que viéramos a ver qué hacíamos con ese animal y que fuéramos a celebrar", relató Gilbert.
El descubrimiento le dio la vuelta al mundo y no es para menos, pues ese hecho de redescubrir un animal extinto es tan poco común que el de Tiquicia es apenas el octavo en la historia.
Ahora este par de afortunados tienen a la ranita supercuidada en un laboratorio en la UCR, mientras le encuentran un macho para que se reproduzca en el mismo lugar donde la encontraron.
Ellos no se ponen límites y aseguran que así como apareció Tomate esperan encontrar el sapo dorado.