Un reloj en mal estado se convirtió en una de las pruebas fundamentales para resolver el vil homicidio de un finquero, a quien decapitaron y le cortaron las manos.
El tronco de la víctima apareció en un cementerio clandestino en el parque Braulio Carrillo, en las cercanías del túnel Zurquí; estaba junto a otros dos cuerpos que permanecían en estado de descomposición.
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Aunque parezca difícil de creer los responsables de este atroz crimen fueron agentes del Organismo de Investigación Judicial (OIJ), quienes fueron indagados y condenados por sus propios compañeros del Poder Judicial.
Este 2024 se cumplieron 30 años de este hecho que estremeció al país.
Cuando las autoridades descubrieron el cuerpo vieron que a la víctima le habían cortado las manos con la intención de desaparecer sus huellas dactilares.
Además no estaba su cabeza; al parecer, se la cortaron porque le habían disparado y en esta se alojaba el proyectil de una de las armas de fuego asignadas a los judiciales. Evidentemente, los responsables pretendían evitar a toda costa que el cuerpo fuera identificado con facilidad, pues para ese entonces apenas se iniciaban los exámenes de ADN en Costa Rica.
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Sin embargo, un reloj en mal estado llevó a las autoridades a dar con la identidad de la víctima; se trataba del finquero Ciro Monge Mena, de 40 años, vecino de San Isidro de Heredia.
Ciro fue visto por última vez vez con vida el miércoles 27 de julio de 1994, cuando regresaba de una finca en Río Hondo de Pacuarito de Siquirres y se dirigiía hacia su casa.
Habían pasado cuatro días y se desconocía el paradero de este hombre, y fue hasta el 31 de julio de ese mismo año que alertaron del hallazgo de unos cuerpos entre los cuales podría estar el de Monge.
La escena era escalofriante, según recuerda el investigador Gustavo Mata, quien junto con su compañero German Sanabria fueron asignados al caso.
Mata fue subdirector del OIJ e exinvestigador judicial; forjó una carrera de 35 años y además fue exministro de Seguridad Pública, por lo que este homicidio de Ciro Monge fue uno de los muchos que tuvo que resolver y que aún recuerda como si hubiese sido ayer.
Desde un principio el caso era retador, y conforme avanzaban con las pesquisas de los responsables del asesinato descubrían situaciones que los estremecían.
“Recibimos una información en la que nos indicaban que, en apariencia, un grupo de oficiales del OIJ de la subdelegación de Siquirres habían asesinado a varias personas. Uno de los oficiales del OIJ de Turrialba, quien era muy amigo de los sospechosos logró obtener un reloj que, en apariencia, pertenecía a Ciro Monge. Tratamos de que este compañero se ganara nuestra confianza para que diera sin temor esta prueba.
“Con esa parcial evidencia fuimos a hablar con el subdirector del OIJ, que era don Rafael Ángel Guillén; por cierto, era tarde, tipo diez u once de la noche, y él se encontraba en una actividad privada. Le contamos lo que había de momento con la investigación y me quedaron muy marcadas las palabras del licenciado Guillén cuando dio la orden que nos dedicáramos a hacer una investigación más profunda, pues no pretendían ocultar una situación tan grave como esta”, recordó Mata.
De inmediato, los investigadores buscaron más elementos de prueba, pues el reloj era apenas la primera parte que los llevaría a descubrir el motivo por el que cometieron ese ataque.
“Además, buscábamos determinar quiénes eran las otras dos víctimas; de estos dos últimos comprobamos que era un hombre, a quien le decían Pimpo, y una mujer de nombre Karen. En apariencia, eran indigentes, vecinos de Siquirres y, supuestamente, se dedicaban a asaltar.
“También logramos determinar con los primeros exámenes de ADN en Costa Rica que el tercer cuerpo sí pertenecía a Ciro Monge. Las muestras de ADN lo confirmaron seis meses después de que se encontró el cadáver, por lo que este resultado lo aseguraba, aparte del reloj que teníamos como prueba”, señaló Mata.
Los investigadores localizaron al relojero que le veía el reloj a Ciro y este hombre logró confirmar que, efectivamente, le pertenecía al finquero.
“Era un reloj de mano que tenía ciertas características, como la alarma”, indicó Mata.
Las autoridades obtuvieron información de que Monge era un supuesto traficante de la zona y vendía cantidades importantes de cocaína que, para ese momento, era una droga muy nueva en suelo tico, manifestó el entonces agente judicial.
A Ciro lo describen como un hombre de una estatura de 1,80 metros, tez blanca, pecoso y peli rojo.
Homicidio de Ciro Monge causó mucho impacto
Don Gustavo recuerda que el homicidio de Ciro causó mucho impacto, no solo a nivel social, sino también dentro de la institución policial al tener compañeros involucrados.
La investigación tardó, aproximadamente, año y medio. “Fue muy compleja”, según la definió Mata.
Rafael Guillén, director de la Policía Judicial en ese entonces, afirma que este hecho lo llevó a ser firme de sus decisiones tanto dentro como fuera del OIJ.
“Recuerdo que estaba en una reunión en Oreamuno de Cartago cuando Gustavo Mata junto con el investigador German Sanabria, llegaron a decirme que el asunto se había producido por un jefe de la delegación de Siquirres y, probablemente, por investigadores (subalternos) de esa delegación.
“Me llegaron a preguntar qué hacían por qué tenían que investigar a sus propios compañeros de Siquirres. Mi respuesta fue: ‘Aquí hay que investigar a quién sea, y si por esta investigación cierran el OIJ, se cerrará, pero no habrá impunidad para nadie, así que tienen autorización para lo que tengan que hacer’. Seguro ellos creerían que les iba a decir que no lo hiciéramos para no manchar la imagen del OIJ ”, indicó Guillén.
El caso llevó a la detención de cuatro investigadores de apellidos Quesada Mora, Rodríguez Masís, García Reyes y otro de apellido Jiménez,. Las capturas las realizaron el 18 de agosto de 1994; Quesada era el jefe de la delegación en ese entonces.
El arresto se produjo luego de que las autoridades obtuvieran el reloj y otros detalles que dio el agente del OIJ de Turrialba,en la que manifestaba que Quesada se lo había dado y además contó otros pormenores del homicidio.
Luego el 31 de agosto de 1994, el Juzgado Penal de Cartago acusó a Quesada, García y Rodríguez por el homicidio. Jiménez fue dejado fuera del proceso por falta de pruebas
Tres años después,el 30 de setiembre de 1997, el Tribunal Penal de Cartago condenó a 12 años de cárcel a Quesada y a Rodríguez. Mientras que a García le hicieron un juicio aparte y en mayo del 2001 también lo sentenciaron a 12 años de prisión.
Las penas fueron dictadas por los jueces Ricardo Chavarría, Alexis Fernández y Marco Duarte, y cumplidas por los exagentes entre el 2006 y el 2010.
En apariencia, el homicidio fue causado debido a que los investigadores, supuestamente, mantenían una organización paralela de tráfico de drogas. Al parecer, hubo problemas con las ganancias y, supuestamente, por eso mataron a Ciro.
El único contacto que Mata tuvo con los sentenciados fue durante la investigación; solo supo que dos de ellos sí enderezaron su camino luego de haber estado en la cárcel.
“Sé que son muy dedicados a Dios y esto resalta de alguna manera la actitud de ellos”, manifestó Mata.
El paradero del reloj se desconoce, este era parte de lo decomisado y tampoco se sabe si la familia lo reclamó como parte de las pertenencias