El próximo 11 de julio, Roberto Samcam iba a cumplir 7 años de vivir en Costa Rica con su familia.
Lamentablemente, el exmilitar fue asesinado este jueves en el condominio en el que vivía, en Moravia.
En su cuenta de Facebook, en el 2023, había compartido el conmovedor relato de cuando tuvo que dejar su tierra:
“Hace cinco años aterrizábamos Claudia (su esposa) y yo en San Jose, Costa Rica, en un exilio obligado por las circunstancias. Atrás quedaba nuestro hogar, ya vacío desde el 2 de junio, cuando nuestros hijos menores abandonaban el país, igualmente por las mismas circunstancias.
“La masacre del 30 de mayo quedaba en nuestras mentes y se nos imponía la necesidad de sacarlos del país, conociendo que la dictadura apenas mostraba sus garras criminales.
“Tomamos la decisión de salir nosotros también, ya el 28 de abril la inteligencia del ejército, la DID, hizo su primer intento, solo que utilizaron gente de fuera y fallaron por muy poco.
“Luego me enteraría de que la tarea se la habían encomendado a Pedro Argueta, el jefe de la policía departamental. Decidimos correr el riesgo de salir por el aeropuerto y evitar la moneda al aire, de utilizar otras vías que algunos amigos nos ofrecían.
“Llegamos al aeropuerto a las 7 y media de la mañana, el vuelo estaba programado para las 8 a.m., para evitar tener que permanecer mucho tiempo en espera.
“El counter de la línea aérea estaba casi vacío, no hubo problema con el chequeo. Al llegar a migración del aeropuerto y entregar pasaportes y boletos, repentinamente se cae el sistema y se ven obligados a hacer el procedimiento de forma manual, nos sellan los pasaportes y a respirar tranquilos.
“Esperamos 10 largos minutos en sala de abordaje y ya, una vez adentro del avión, pensábamos que todavía podían detenerlo y bajarnos; sin embargo, a las 8 en punto tomó pista y alzó vuelo.
“Luego me enteraría del alboroto que armaron esa mañana los de migración y la DID en el aeropuerto, preguntándose cómo habíamos salido tan tranquilamente, culpando a unos cuantos.
“Después supe por familiares y amistades, que había una verdadera legión de gente amiga que, rosario en mano, nos encomendaban en sus oraciones al Señor por nuestra salida segura y tranquila.
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“Pienso que nada fue casual y aquí estamos, en un nuevo país que nos acogió y abrió los brazos, continuando con la labor que iniciamos años atrás, con el mismo entusiasmo y fortaleza”, cierra el relato.