En la cultura oriental el honor tiene un valor enorme y a veces está por encima de la plata. Y eso ocurre, por supuesto, en la mafia china, dentro de la cual no pagar a tiempo una deuda puede considerarse una ofensa muy grave y debe pagarse con la vida.
Eso fue lo que ocurrió en la noche del sábado 12 de abril de 1997, cuando el casino del hotel Presidente, en el centro de San José, se convirtió en la escena de un triple homicidio que tuvo su origen en una deuda de ¢2 millones que surgió de un juego de mesa chino llamado pai gow (conocido también como pai cao) y que se juega con fichas parecidas a las del domino.
Este caso fue muy importante para el OIJ porque reveló la presencia de la mafia china en el país y se logró una condena de 64 años contra Cheng Lai Chai Yuen (conocido como Michael Cheng), quien ordenó el asesinato.
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Rogelio Ramírez, hoy exagente del OIJ y abogado criminalista, fue quien sacó adelante este complicado caso, en el cual tuvo que empaparse de la cultura china para demostrar que el crimen se dio por una cuestión de honor y no de plata, como se pensaba al inicio.
“En ese momento la mafia china era un mito (en Costa Rica), de eso solo se hablaba de forma superficial en las capacitaciones, pero ya tenerla en el país y ver la capacidad que tenía y cómo se organizaba fue algo asombroso”, dice Ramírez.
Terror en el casino
Ramírez recuerda que el crimen ocurrió a las 11:45 de la noche.
Dos sicarios chinos entraron al casino del hotel y se fueron directamente a la sala donde se estaba jugando pai gow, sacaron un revólver y una subametralladora Uzi y empezaron a disparar.
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Mataron a Chun Fat Lam (conocido como Julio Lam), a su primo Zhan Beiyu y a Geovanny Delgado Vargas, un tico que era el guardaespaldas de ambos.
“Cuando nosotros llegamos en la madrugada imaginábamos que el problema había surgido dentro del casino por una discusión o algo así, pero luego determinamos que las personas habían llegado desde afuera para cometer el asesinato”, dice Ramírez.
Esa misma madrugada se descubrió que los sicarios llegaron hasta el casino en un lujoso Mercedes Benz azul y que en ese mismo carro huyeron.
Entrevistas complicadas
El exagente dice que la investigación del caso fue muy complicada. Aunque había mucha gente en el casino cuando ocurrió el asesinato (la mayoría chinos), nadie quería hablar abiertamente. Sabían cuál era el problema y temían, no querían enredarse en el asunto.
Ante ese panorama el investigador buscó información con comerciantes y asociaciones chinas en Costa Rica, pero se topó con el mismo silencio. Nadie quería decir nada porque conocían que la mafia había tenido que ver en el asesinato.
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El agente Ramírez no tiró la toalla y decidió buscar a las personas más cercanas a las víctimas y entonces empezó a obtener respuestas y oyó por primera vez el nombre de Michael Cheng, un chino dueño de un restaurante en Moravia y quien además administraba la sala de pai gow en el casino donde había ocurrido el asesinato.
“Esos testimonios fueron muy importantes porque estas personas sabían con quién habían adquirido una deuda las víctimas. Algunos testigos incluso estuvieron presentes al momento de un intento de arreglo que (las víctimas) tuvieron con Michael”, detalló.
Al investigar más la relación de las víctimas con Cheng el exagente descubrió que fue Cheng quien los trajo al país (de manera ilegal) y por lo tanto los dos hombres habían quedado en deuda con él por ese “favor”.
“La mafia china se rige bajo el termino guanxi, que es como pagar favor con favor. Es una forma diferente de extorsión, eso los hace muy poderosos a nivel económico. El guanxi es 'yo te ayudo, yo te traigo (al país), pero vos me debés eso y todo lo que generés en este país es por mí y debés estar a disposición mía para siempre”, explica el exagente.
Ofensa al honor
Aunque los primos ya tenían esa deuda con Cheng no fue eso lo que dio origen al triple homicidio.
Las personas cercanas a ellos contaron que el enojo de Michael fue una deuda de ¢2 millones que Julio Lam contrajo al perder varios juegos de pai gow en el casino.
Ramírez explicó que durante la investigación no lograron determinar desde hacía cuánto adeudaba Julio la plata pero era casi un hecho que había pasado más tiempo del que Cheng había establecido y este hombre lo consideró una ofensa.
“En algún momento una de las víctimas, Julio Lam, procuró una reunión con Michael en un restaurante que se llamaba King’s Garden; trató de decirle que le iba a pagar porque le estaba yendo bien en los negocios, pero resulta que Cheng le dijo que ya no se preocupara por eso, que el tema ya no era económico, ahora era un asunto de honor”.
“Cuando Michael le dijo eso Julio ya sabía que se trataba de una sentencia de muerte y que era cuestión de tiempo para que se cumpliera. Luego de esa reunión es que los primos deciden contratar al guardaespaldas (Delgado), un conocido de una de las muchachas que andaba con ellos”, detalló Ramírez.
Desafío fue fatal
Además de contratar al guardaespaldas, Lam se compró una pistola para, según él, disminuir el riesgo.
Luego los primos hicieron algo que resulta difícil de entender. En vez de esconderse de Cheng decidieron torearlo, es decir, provocarlo.
“Le peor imprudencia que ellos pudieron hacer, y que fue un desafío más para Michael, fue que después de aquella reunión llegaron a la mesa (de pai gow) coordinada por él (Cheng). Como tenían el dinero para pagar la deuda decidieron usarlo en las apuestas”, explica el exagente.
Según Ramírez, ante esta situación Cheng recurrió a los dos sicarios de la organización, a quienes también había traído de forma ilegal al país y por eso tenían una deuda con él. Fueron esos hombres lo que llegaron al casino aquella noche de abril de 1997 y abrieron fuego.
“Cheng se encargó de facilitar el vehículo (el Mercedes Benz) en el que llegaron al casino, las armas y se encargó de que ese carro que usaron fuera dejado en otro lugar, además les prestó otro vehículo para que pudieran huir hacia Panamá”, señala Ramírez.
Los sicarios fueron detenidos por las autoridades panameñas, pero debido a trámites necesarios para verificar su situación migratoria fueron dejados en libertad y aprovecharon para escapar. Nunca fueron capturados.
Pruebas contundentes
La Policía Judicial detuvo a Michael Cheng la mañana del domingo 13 de abril de 1997 en su su casa, en San Blas de Moravia.
Aunque el día del triple homicidio Cheng no puso un pie en el casino, el OIJ encontró pruebas contundentes para demostrar que fue él quien orquestó todo el plan.
“Entre las pruebas materiales estaba el carro que dejaron botado los sicarios en Sixaola y determinamos que era propiedad de Michael, además, dentro de este vehículo dejaron un tiquete de peaje con el que comprobamos que ese carro estuvo en San José la noche de los hechos”, dice Ramírez.
“También encontramos el famoso Mercedes Benz azul propiedad de Cheng y testimonios de personas que ubicaron ese carro en Moravia, cerca de la casa de Michael, durante la madrugada del domingo”.
Además, dentro de la casa y el restaurante del chino los investigadores hallaron documentos de importancia. En uno estaban los nombres de los sicarios y sus números de teléfono y fue posible determinar luego que hubo muchas llamadas entre ellos y Cheng durante la noche del crimen.
Honor pesó más que la plata
En febrero de 2001 Michael Cheng fue condenado a 64 años de cárcel por el homicidio de los primos chinos y su guardaespaldas, sin embargo, la sentencia fue readecuada a 50 años de prisión, el máximo que permite la legislación costarricense.
Obtener esa condena no fue nada fácil. Cheng llegó con una defensa muy fuerte y dispuesto a traerse abajo una posible sentencia.
“Él presentó un recurso de casación muy fuerte y amplio diciendo que por dos millones de colones quién iba a matar a tres personas, menos si se estaba hablando de un empresario próspero, entonces que esa plata no significaba nada para él, que el gasto de la operación (el asesinato) le habría salido más caro”, recordó.
Para entonces Ramírez se había empapado de la cultura china y justificó muy bien lo que el honor significa para ellos y lo que son capaces de hacer ante una ofensa. El tribunal comprendió que no estaba ante un caso de una deuda de plata sino una cuestión de honor.
“Para uno como occidental es muy difícil entender eso, porque uno piensa que si hay una deuda la persona lo que quiere es recuperar el dinero. Pero a partir de cuestiones culturales y de operación de estas organizaciones lo económico deja ser importante, si alguno falla ya la plata no importa, ahora lo que se cobra es la ofensa a las reglas de la organización y al honor”, señala Ramírez.
El exagente apunta que en el país sigue existiendo mafia china, sin embargo, a diferencia de otros grupos criminales, esta opera desde las sombras sin llamar la atención.
“Mi percepción como exinvestigador es que las cosas se han multiplicado, el tema de ahora es que ya no cometen los errores de antes, ahora tienen mayores herramientas para moverse".