Sucesos

Tico naufragó durante 57 horas en alta mar y sobrevivió gracias a que se aferró a unas pichingas

Alejandro Pérez Gutiérrez volvió a nacer en el mes que se celebra el Día del Padre, razón por la cual esta fecha es de mucha alegría para él y su familia

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El Día del Padre se convirtió en una de las fechas más especiales para Alejandro Pérez Gutiérrez, ya que no solo significa la posibilidad de reunirse con sus ocho hijos, sino también porque le recuerda todas las calamidades que tuvo que soportar para sobrevivir a un naufragio.

Este año ya suma dos años de haber vuelto a nacer, tras permanecer durante 57 horas en alta mar aferrado a unas pichingas y alimentándose con papas crudas que logró rescatar y que le sabían tan jugosas como una manzana.

Alejandro Pérez Gutiérrez estuvo 57 horas nadando en altamar, agradece la oportunidad para disfrutar con sus hijos. Foto: Cortesía para La Teja

Este padre limonense, de 51 años, pero que en los últimos años ha vivido en Puntarena, espera que este domingo 16 de junio sea igual de especial como el del año pasado, cuando sintió el calor de todos sus hijos, con quienes compartió un almuerzo que le preparó su mamá, doña Paulina Gutiérrez.

“Para mí es una fecha especial, porque vienen mis hijos, ya que los más grandes viven en Limón. Voy a estar en mi casa, porque mi mamá siempre me hace un arroz con pollo y conmemoramos el hecho de que siga aquí, vivo, porque fue en junio que sufrí el naufragio”, expresó Alejandro.

Alejandro describe esta hazaña a la que sobrevivió como la tormenta perfecta. Todo comenzó el sábado 11 de junio del 2022, cuando salió junto a otro pescador a quien conocían como “Paisita” o “Enano” (nunca supo su nombre). Ese día, el cielo estaba despejado cuando salieron, por lo que nada les hizo sospechar que muy pronto se enfrentarían a una tempestad que cambiaría sus vidas para siempre.

Salió de su casa en Riojalandia de Barranca, Puntarenas, rumbo al muelle de Incopesca, donde abordó una lancha de pesca artesanal. El trabajo estaba programado para durar tres a cuatro días, sin embargo, el domingo 12 de junio ocurrió la emergencia, cuando el mal tiempo les llenó de agua la embarcación, por lo que la pequeña embarcación en la que viajaban no soportó una ola la cual se levantó como un gigante y la volcó.

Minutos antes, Alejandro, desesperado, intentó comunicarse con su esposa, Valeska Zamora, quien recibió el mensaje de emergencia a las 6:08 a.m., aunque ella lo escuchó cinco minutos después.

“Amor, amor, nos estamos hundiendo, llamen a la naval, nos estamos hundiendo, estamos por el lado del cabo (cabo Blanco)”, le dijo Alejandro desesperado.

“Llovía demasiado, olas inmensas, la embarcación se hacía para todo lado queriéndose volcar, era como estar viendo la película la Tormenta Perfecta, a mi esposa le mandé audios en los que le decía que me iba a hundir. También llamé al 911 y pedí ayuda. A mi esposa le dije que pidiera ayuda cuando caímos al agua, pero los guardacostas nunca llegaron.

El sobreviviente detalla que la corriente poco a poco alejó a su compañero, recuerda el otro muchacho solo estaba sostenido de unas pichingas que usan para pescar, porque decía que no sabía nadar; en cuestión de minutos se dejaron de ver, debido al mal tiempo y ya nunca supo más de él.

“Nos conocíamos como compañeros de pesca, solo me sabía sus sobrenombres Paisita o Enano. Imagínate que ni el nombre me sabía, no sé si tenía familia en Costa Rica, nunca más lo volví a ver y pese a que pedí que lo buscaran nunca hubo respuesta de su paradero”, manifestó Alejandro.

A partir de ese momento, Alejandro quedó a merced del océano, aferrado a unas pichingas, y no volvió a ver a las gaviotas, una señal para saber que estaba muy lejos de la costa. Él sintió que se le adormeció todo, hasta la cara.

Solo, en medio del mar, pensó que nadie lo rescataría, aguas muy frías, con corrientes y olas muy fuertes. El sobreviviente pasó casi tres días sin dormir y pudo alimentarse, gracias a unas papas crudas que había echado en el bolso cuando salió de su casa.

“Cuando llovía y el mar estaba calmado hacía inventos con una bolsa, en la que recolectaba agua de lluvia para tomar. Pero si el mar estaba violento, las olas me tapaban y yo volvía a salir, tenía que luchar para no ahogarme.

“En los tiburones era lo que menos pensaba, sí sentí varias veces que algo me tocó los pies, pero no supe que fue, la verdad que me dio un poco de miedo porque mar adentro hay de todo, pero nunca supe qué fue”, señaló el pescador.

Alejandro rezó por un milagro, pensó en sus hijos, su mamá y en su esposa. Él anhelaba estar en su casa, solo quería sentir que su familia estaba a su lado. Las oraciones dieron resultado, porque un barco se apareció en el horizonte.

“Era un barco inmenso, lo vi a lo lejos cuando comenzó a acercarse. Recuerdo que me decía: ‘Dios mío, qué enorme barco el que me mandaste’. Lo más increíble es que las personas que venían dentro del barco me hubieran visto, ya que la velocidad de esos barcos es enorme y no solo temía que no me vieran, sino que me golpearan, porque ahí sí que iba a morir”, expresó Alejandro.

Cuenta que el barco le pasó a la par a alta velocidad y lo vio seguir, por lo que pensó que nadie lo había visto, pero como a un kilómetro vio que se detuvo y le hicieron señales de que darían la vuelta. Ese momento lo tiene grabado en su memoria, pues revivió la esperanza de reencontrarse con su familia.

“Esos barcos corren a una velocidad tremenda, casi me pasan por encima. Ellos creían que yo era una tortuga enredada con unas pichingas, pero con ayuda de unos binoculares, observaron que yo les hacía señales con una camisa. Eso fue un milagro, porque después el capitán, quien era griego y no hablaba español, pero sí se hacía entender, me dijo que él nunca hacía guardia, pero que ese día se sentó a hacerla, junto a un marinero y fue cuando me vieron, el resto de la tripulación estaba dormida, solo ellos dos estaban despiertos”.

“El oleaje era alto, ellos me tiraron una escalera de mecate y logré subir peldaño a peldaño hasta llegar a la rampa. Hay una foto en la que llegué casi muerto, porque no me daba el aliento, me sentía cansado, deshidratado, así que ellos me buscaron agua y me llevaron a un cuarto. No podía creer que estuviera ahí, lloré y le di gracias a Dios por lo que hizo por mí”, detalló este valiente padre.

Esa pequeña manchita negra es Alejandro Pérez Gutiérrez que estuvo en altamar 57 horas, lo rescató un barco mercante. Foto: Archivo LT
Alejandro Pérez Gutiérrez volvió a nacer en el mes que se celebra el día del Padre, al sobrevivir 57 horas en alta mar. Foto: Archivo LT

Ninguna de las personas que iba en la embarcación, de nombre Sofía Z hablaba español, por lo que las señas fueron claves para que el sobreviviente y sus “ángeles” se entendieran.

“Me preguntaban: ‘¿Cuántos?’, y me señalaban, yo les decía con las manos que dos y ellos me decían: ‘two, two’. Ahí nos podíamos medio entender, pero el problema es que ya era de noche y se rajó la lluvia, por lo que era imposible buscar a mi compañero, así que giraron y retomaron el rumbo para llegar a su destino, ya que tenían que descargar en Corinto, Nicaragua”, narró el sobreviviente.

Tras permanecer 57 horas en el mar. Alejandro fue rescatado el martes 14 de junio, a eso de las 2 p.m. En el barco lo metieron en una bañera caliente, le dieron ropa, sopa, leche, jugos y frutas, además contactaron a su familia por medio de Facebook.

Las autoridades nicaragüenses lo dejaron en la frontera de Peñas Blancas y ahí Alejandro tuvo que llamar a un amigo para que lo fuera a recoger.

Después de ese naufragio, Alejandro valora aún más la existencia de sus hijos y quiso dejar de pescar, pero es el trabajo que tiene y a los cuatro meses regresó al mar, solo que ya no volvió a quedarse de noche en el mar, por lo que sale y regresa el mismo día.

Su hija menor, de dos años, se llama Darlin Alessandra y de cariño le dicen Sofía, en honor al barco que lo rescató.

“He querido volver a comunicarme con los hombres que me salvaron la vida, pero no ha sido posible.

“Nunca he dejado de recordar esos momentos, sobre todo cuando hablo del mar, cuando estoy acostado. No hay un día que no lo recuerde, eso fue algo increíble, las personas se ahogan en cuestión de dos o tres minutos, soporté el frío que genera la hipotermia y todo eso lo sobreviví. Siempre he sido creyente, pero esta situación me hizo creer aún más que Dios me salvó para seguir compartiendo con mis hijos y familiares.

Alejandro Pérez Gutiérrez estuvo 57 horas nadando en altamar, sus manos son una muestra de cómo el agua con sal se las dejó. Foto: Cortesía para La Teja
Alejandra Morales

Alejandra Morales

Bachillerato en Periodismo en la Universidad Internacional de las Américas y licenciada en Comunicación de Mercadeo en la UAM. Con experiencia en temas de sucesos y judiciales.

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